Hola! Bueno, ya sé que soy un poco pesá (cansina) con El Hobbit, pero es que me encanta *-*
Esta es una especie de continuación de El Hobbit, casi como la que hice hace siglos, pero esta tiene más páginas y sólo voy por la mitad xD La he titulado "El Hobbit: La Tierra Media En Peligro", o en inglés "The Hobbit: The Middle-Earth In Danger". Espero que les guste el rollaco que les voy a pegar con la historia (?) Nah, es broma xP
Que la disfruten
Aún no tengo del todo claro si dejaré los 5 capítulos intactos, que de momento ocuparían como 14 páginas o más xD Espero que vayan disfrutando de la historia, aunque contiene algunos SPOILERS para los que no hayan leído el libro.
Esta es una especie de continuación de El Hobbit, casi como la que hice hace siglos, pero esta tiene más páginas y sólo voy por la mitad xD La he titulado "El Hobbit: La Tierra Media En Peligro", o en inglés "The Hobbit: The Middle-Earth In Danger". Espero que les guste el rollaco que les voy a pegar con la historia (?) Nah, es broma xP
Que la disfruten
El Hobbit: La Tierra Media En Peligro
Hace ya unos años que los enanos de Erebor reclamaron su reino, pero la historia no termina ahí… Hay otros asuntos que resolver, y uno se aproximaba. Todo comenzó la mañana del 21 de septiembre, en La Comarca, en la Cuaderna del Oeste, en Hobbiton. Alguien de allí esperaba con impaciencia que pasara ese día. Un Hobbit cuyos apellidos eran Bolsón y Tuk. Más fácil no puede ser, ¡Bilbo Bolsón! El día siguiente era su cumpleaños, cumplía 54 años, y también se cumplían 2 años desde que cruzó el Río Rápido en barriles y llegó a Esgaroth, la Ciudad del Lago, pero allí estaba demasiado ocupado como para pensar en su cumpleaños, aparte de que lo único que pudo decir fue “mucha gracia” por culpa del catarro que pilló. Tenía la fiesta bien organizada, hasta iba a ir Gandalf con sus fuegos de artificio (pues los que él fabricaba eran espectaculares). Bien, ahora vayamos a lo raro. Durante esos años, Gandalf no había aparecido ni un solo día en La Comarca, ni siquiera para ver a Bilbo. Se tenían que escribir cartas para hablar, y el mago le contestó al Hobbit que iría con mucho gusto a su fiesta de cumpleaños, pero Bilbo sospechaba que no iba a ser así. Volvamos al presente. El Hobbit tuvo muy malos presentimientos pensando en que algo otra vez inesperado iba a pasar, pero se decía a sí mismo: “Tranquilo Bilbo, tranquilo. Mañana es tu cumpleaños y en estos últimos años no ha pasado nada, ¿por qué tendría que pasar algo ahora?” Pero aún así seguía sospechando algo. Llegó el mediodía y el día soleado se convirtió en un día de viento. La hierba se agitaba fuertemente a causa del viento. Bilbo pensaba que si continuaba el mal tiempo no podría hacer la fiesta de cumpleaños, por lo que se sintió algo triste. De pronto, se desencadenó una fuerte tormenta en la que los rayos caían sin parar y los truenos no paraban de sonar, a eso se le unió la fuerte lluvia y el viento que arrasaba todo cuanto había a su alcance. Bilbo estaba asustado de tan terrible tormenta otoñal. Entonces, algo golpeó con fuerza su puerta verde y redonda, que ahora estaba cubierta de arañazos y la pintura verde se convirtió en gris. Esto hizo que el Hobbit se sobresaltara mucho, y pensó que tan solo había sido el viento. Se volvieron a oír golpes en la puerta y Bilbo lo ignoró otra vez. Luego, un rayo se vio frente a la ventana del salón del Hobbit, y con él una silueta familiar. –¡Bilbo Bolsón Tuk, como no abras la puerta tendré que entrar por la fuerza!– ¡Era Gandalf, Gandalf el mago gris! Bilbo no sabía qué hacía frente a su casa en un día tan terrible, pero seguro que no era nada bueno. Salió corriendo hacia la puerta y la abrió para dar paso a un mago empapado con un manto gris, bufanda plateada y gorro puntiagudo azul. –¡Discúlpeme, Gandalf! Pensé que tan sólo era el viento lo que golpeaba a la puerta. ¿Se puede saber qué diantre hace aquí con un día de semejante tormenta? Si quiere se puede quedar aquí hasta que amaine.
–¡No hay tiempo, viejo amigo! Tenemos que apresurarnos, no nos queda mucho tiempo.
–No, no, no, no pienso salir de nuevo de Hobbiton o La Comarca.
–¡Prepara tu equipaje, Tuk insensato!
–¡No soy un Tuk, soy un Bolsón, de Bolsón Cerrado!
–¡No me hagas enfadar o lo pagarás caro!–Gandalf se enfureció y de pronto una sombra cubrió toda la casa. –¡Prepara el equipaje, YA!
–C-Claro, c-como o-ordene, s-señor G-Gandalf. –El pobre Hobbit estaba muy asustado, y no tuvo más remedio que hacer lo que el mago le pedía. Cogió una mochila, ropa de repuesto, comida, una manta, a Dardo (su espada), un bastón, el Anillo y pañuelos (desde la última vez que salió va con más precaución). –¡Corre Bilbo, rápido!
–¿Qué se supone que está pasando?
–Más tarde lo averiguarás, ahora nos esperan en Rivendel. –Dicho esto, Gandalf y Bilbo salieron del agujero hobbit y montaron en el caballo de Gandalf, Sombragris. –¡Vamos Sombragris! –Ordenó el mago a su caballo. Salieron veloces como el viento y en pocos minutos ya habían salido de La Comarca. Aún les quedaba camino por recorrer cuando escucharon un aullido detrás de ellos. Bilbo miró hacia atrás y vio que les perseguía, ¡un huargo! –¡Gandalf, nos persiguen! –Gritó el Hobbit, asustado. –Tranquilo, sé qué hacer… –Gandalf tenía un plan, un plan infalible. Entonces, una pequeña mariposa apareció delante del mago, y éste pronunció unas palabras que Bilbo no llegó a oír, pues la tormenta seguía en aumento y el ruido de los truenos era cada vez más fuerte. El huargo estaba cada vez más cerca de ellos y a éste le seguían otros dos huargos más. Entonces, las nubes desaparecieron y con ellas la tormenta. Al desaparecer las nubes negras, cinco águilas salieron de ellas. ¡Ése era el plan de Gandalf, llamar a las águilas! Tres de ellas cogieron a los huargos con sus garras y se los llevaron bien lejos, mientras que las otras dos subieron a Bilbo y Gandalf a sus lomos y una cogió a Sombragris. –Así tardaremos menos en llegar a Rivendel. –Dijo el mago a Bilbo. –¿Cuánto tardaremos? –Preguntó el Hobbit. –Unas horas, mientras tanto, descansa. –Bilbo no se lo pensó ni un segundo, antes de que Gandalf acabara, cayó dormido, pues todo esto le había cansado mucho.
–¡No hay tiempo, viejo amigo! Tenemos que apresurarnos, no nos queda mucho tiempo.
–No, no, no, no pienso salir de nuevo de Hobbiton o La Comarca.
–¡Prepara tu equipaje, Tuk insensato!
–¡No soy un Tuk, soy un Bolsón, de Bolsón Cerrado!
–¡No me hagas enfadar o lo pagarás caro!–Gandalf se enfureció y de pronto una sombra cubrió toda la casa. –¡Prepara el equipaje, YA!
–C-Claro, c-como o-ordene, s-señor G-Gandalf. –El pobre Hobbit estaba muy asustado, y no tuvo más remedio que hacer lo que el mago le pedía. Cogió una mochila, ropa de repuesto, comida, una manta, a Dardo (su espada), un bastón, el Anillo y pañuelos (desde la última vez que salió va con más precaución). –¡Corre Bilbo, rápido!
–¿Qué se supone que está pasando?
–Más tarde lo averiguarás, ahora nos esperan en Rivendel. –Dicho esto, Gandalf y Bilbo salieron del agujero hobbit y montaron en el caballo de Gandalf, Sombragris. –¡Vamos Sombragris! –Ordenó el mago a su caballo. Salieron veloces como el viento y en pocos minutos ya habían salido de La Comarca. Aún les quedaba camino por recorrer cuando escucharon un aullido detrás de ellos. Bilbo miró hacia atrás y vio que les perseguía, ¡un huargo! –¡Gandalf, nos persiguen! –Gritó el Hobbit, asustado. –Tranquilo, sé qué hacer… –Gandalf tenía un plan, un plan infalible. Entonces, una pequeña mariposa apareció delante del mago, y éste pronunció unas palabras que Bilbo no llegó a oír, pues la tormenta seguía en aumento y el ruido de los truenos era cada vez más fuerte. El huargo estaba cada vez más cerca de ellos y a éste le seguían otros dos huargos más. Entonces, las nubes desaparecieron y con ellas la tormenta. Al desaparecer las nubes negras, cinco águilas salieron de ellas. ¡Ése era el plan de Gandalf, llamar a las águilas! Tres de ellas cogieron a los huargos con sus garras y se los llevaron bien lejos, mientras que las otras dos subieron a Bilbo y Gandalf a sus lomos y una cogió a Sombragris. –Así tardaremos menos en llegar a Rivendel. –Dijo el mago a Bilbo. –¿Cuánto tardaremos? –Preguntó el Hobbit. –Unas horas, mientras tanto, descansa. –Bilbo no se lo pensó ni un segundo, antes de que Gandalf acabara, cayó dormido, pues todo esto le había cansado mucho.
Ya habían pasado dos horas. A Bilbo y Gandalf les quedaban sólo unos minutos para llegar a Rivendel cuando el Hobbit despertó. –¿Ya llegamos a Rivendel? –Preguntó, bostezando. –Ya falta muy poco, ahora tenemos que caminar. –Las águilas los dejaron frente a una roca, la misma por la que fueron hace unos años hacia Rivendel. Caminaron por el pequeño y estrecho camino apretujados por las paredes del valle. Salieron de aquel pasadizo y por fin llegaron. En la entrada los esperaban diez Enanos, como no, los diez Enanos que acompañaron a Bilbo en su viaje hacia la Montaña Solitaria y sobrevivieron: Dwalin, Balin, Dori, Nori, Ori, Oin, Gloin, Bifur, Bofur y Bombur. El Hobbit se alegró al volverlos a ver, pero se entristeció un poco también, pues ya no eran trece los Enanos que lo esperaban. Entonces, Bilbo, con algo de curiosidad, preguntó a Gandalf. –¿Qué hacen aquí los Enanos? ¿No vivían en Erebor?
–Sí, pero algunos volvieron unos días a Ered Luin, las Montañas Azules, pues habían recibido noticias de que los Orcos podrían atacar la zona, y fueron para defender esas tierras, además quedaban unas cosas por transportar a Erebor. Les mencioné lo de la misión, y no dudaron en acompañarle.
–Tengo una pregunta más, Gandalf, ¿tendremos que cruzar el Bosque Negro de nuevo?
–Sí, mas esta vez no será como hace unos años (espero…).
–Menos mal, ya tenía miedo de volver a ver esas arañas.
Entraron todos a un salón de reuniones y se sentaron. Allí les esperaba Elrond. –Bienvenidos sean, Enanos, Gandalf y Hobbit. El asunto que nos ocupa es de gran importancia. He recibido noticias del mago blanco, Saruman. Al parecer, un ejército de Orcos planea atacar las zonas montañosas y las tierras del este y del sur. Los Enanos ya sabréis que atacaron Ered Luin, pero acabasteis con ellos. Bien, pues ahora desde las Montañas Nubladas piensan atacar Ered Mithrin, las Montañas Grises. Harán lo que sea para conseguir uno de los Cristales Mágicos, y además podrían ser aliados de un dragón.
–¿Cristales Mágicos? –Preguntó Bilbo.
–Así es. Unos Cristales de unos poderes extraños. Si alguien cogiera uno de esos Cristales… se podría volver inmortal y tener la capacidad de paralizar el tiempo, e incluso podrían pasar cosas peores... –Le respondió Elrond. –Hay un Cristal en cada rincón de la Tierra Media, e incluso en La Comarca. Están bien escondidos y normalmente están protegidos bajo una especie de magia impenetrable, pero esa magia se ha roto. Sabemos quién la rompió, Läfnir.
–¿Läfnir? ¿Quién es Läfnir? –Preguntaron los Enanos y el Hobbit.
–Es un Elfo, pero no un Elfo normal. Es oscuro y avaricioso, además de mentiroso. Un Elfo maligno que quiere apoderarse de las Cristales Mágicos para hacerse con la Tierra Media. Sus Elfos y los Orcos se han aliado, pero no saben que Läfnir los traicionará. Sabe algo de magia negra y con ella rompió la protección de las Cristales Mágicos. Su primer objetivo es encontrar la Gema de las Montañas Nubladas, creemos que intentará convencer a los Trasgos para que le sigan en su oscuro plan.
–Pero, ¿de dónde han salido esos Cristales? –Preguntó el siempre curioso Bilbo.
–Se cree que son estrellas caídas del cielo. Cayeron en los inicios de la Tierra Media. Allí se encontraban los Valar, los antiguos gobernadores de la Tierra Media y otros lugares del mundo. Al verlos, pensaban que si caían en manos de Melkor, también conocido como Morgoth, el primer Señor Oscuro, podría dominarlos a todos, por lo que los escondieron bajo llave con los poderes que les entregó el gran Ilúvatar, el creador. –Explicó Gandalf. –Claro que es tan sólo una leyenda.
–Así es, mi buen amigo. Los Valar creían que Ilúvatar los había fabricado con algún fin de capturar a Morgoth. Por eso, Manwë, hermano de Melkor, ordenó esconderlos en todos los lugares de la Tierra Media donde no se pudieran encontrar, y por si alguien los encontraba, los protegieron con magia. Nadie sabe cómo pudo Läfnir romper esa magia impenetrable. –Dijo Elrond.
–Entonces, ¿tenemos que evitar que Läfnir y su ejército consigan los Cristales Mágicos? –Dijo el enano Bofur, que parecía haberlo entendido todo.
–Así es, Bofur. Primero debemos ir a las Montañas Nubladas. –Dijo Gandalf, sacando un mapa. –El segundo lugar son las Montañas Grises, pero antes tendríamos que pasar por el Bosque Negro. Y por último llegaríamos a Erebor, la Montaña Solitaria. Parece un camino fácil, pero no hay que fiarse. –Cuando el mago les explicó el camino, ya era hora de cenar, por lo que Elrond les invitó a pasar la noche y partirían por la mañana.
Esa noche, las estrellas brillaban con mucha fuerza, mas pronto dejaría de ser así y las noches serían pronto serían oscuras y jamás volverían a ser iguales.
–Sí, pero algunos volvieron unos días a Ered Luin, las Montañas Azules, pues habían recibido noticias de que los Orcos podrían atacar la zona, y fueron para defender esas tierras, además quedaban unas cosas por transportar a Erebor. Les mencioné lo de la misión, y no dudaron en acompañarle.
–Tengo una pregunta más, Gandalf, ¿tendremos que cruzar el Bosque Negro de nuevo?
–Sí, mas esta vez no será como hace unos años (espero…).
–Menos mal, ya tenía miedo de volver a ver esas arañas.
Entraron todos a un salón de reuniones y se sentaron. Allí les esperaba Elrond. –Bienvenidos sean, Enanos, Gandalf y Hobbit. El asunto que nos ocupa es de gran importancia. He recibido noticias del mago blanco, Saruman. Al parecer, un ejército de Orcos planea atacar las zonas montañosas y las tierras del este y del sur. Los Enanos ya sabréis que atacaron Ered Luin, pero acabasteis con ellos. Bien, pues ahora desde las Montañas Nubladas piensan atacar Ered Mithrin, las Montañas Grises. Harán lo que sea para conseguir uno de los Cristales Mágicos, y además podrían ser aliados de un dragón.
–¿Cristales Mágicos? –Preguntó Bilbo.
–Así es. Unos Cristales de unos poderes extraños. Si alguien cogiera uno de esos Cristales… se podría volver inmortal y tener la capacidad de paralizar el tiempo, e incluso podrían pasar cosas peores... –Le respondió Elrond. –Hay un Cristal en cada rincón de la Tierra Media, e incluso en La Comarca. Están bien escondidos y normalmente están protegidos bajo una especie de magia impenetrable, pero esa magia se ha roto. Sabemos quién la rompió, Läfnir.
–¿Läfnir? ¿Quién es Läfnir? –Preguntaron los Enanos y el Hobbit.
–Es un Elfo, pero no un Elfo normal. Es oscuro y avaricioso, además de mentiroso. Un Elfo maligno que quiere apoderarse de las Cristales Mágicos para hacerse con la Tierra Media. Sus Elfos y los Orcos se han aliado, pero no saben que Läfnir los traicionará. Sabe algo de magia negra y con ella rompió la protección de las Cristales Mágicos. Su primer objetivo es encontrar la Gema de las Montañas Nubladas, creemos que intentará convencer a los Trasgos para que le sigan en su oscuro plan.
–Pero, ¿de dónde han salido esos Cristales? –Preguntó el siempre curioso Bilbo.
–Se cree que son estrellas caídas del cielo. Cayeron en los inicios de la Tierra Media. Allí se encontraban los Valar, los antiguos gobernadores de la Tierra Media y otros lugares del mundo. Al verlos, pensaban que si caían en manos de Melkor, también conocido como Morgoth, el primer Señor Oscuro, podría dominarlos a todos, por lo que los escondieron bajo llave con los poderes que les entregó el gran Ilúvatar, el creador. –Explicó Gandalf. –Claro que es tan sólo una leyenda.
–Así es, mi buen amigo. Los Valar creían que Ilúvatar los había fabricado con algún fin de capturar a Morgoth. Por eso, Manwë, hermano de Melkor, ordenó esconderlos en todos los lugares de la Tierra Media donde no se pudieran encontrar, y por si alguien los encontraba, los protegieron con magia. Nadie sabe cómo pudo Läfnir romper esa magia impenetrable. –Dijo Elrond.
–Entonces, ¿tenemos que evitar que Läfnir y su ejército consigan los Cristales Mágicos? –Dijo el enano Bofur, que parecía haberlo entendido todo.
–Así es, Bofur. Primero debemos ir a las Montañas Nubladas. –Dijo Gandalf, sacando un mapa. –El segundo lugar son las Montañas Grises, pero antes tendríamos que pasar por el Bosque Negro. Y por último llegaríamos a Erebor, la Montaña Solitaria. Parece un camino fácil, pero no hay que fiarse. –Cuando el mago les explicó el camino, ya era hora de cenar, por lo que Elrond les invitó a pasar la noche y partirían por la mañana.
Esa noche, las estrellas brillaban con mucha fuerza, mas pronto dejaría de ser así y las noches serían pronto serían oscuras y jamás volverían a ser iguales.
Amanecía en Rivendel. La luz del sol entraba por las ventanas. Bilbo estaba ya despierto asomado a su ventana, pues no había pegado ojo pensando en las Cristales Mágicos y en las Montañas Nubladas, y seguramente todos sabréis lo que pasó en las Montañas Nubladas hace unos años…
El Hobbit ya estaba algo aburrido de mirar por la ventana sin hacer nada, por lo que salió a dar una vuelta por ahí. Al salir de la habitación, se encontró con Gandalf, quien también salió. –¡Bilbo! ¿Qué haces despierto a estas horas? Ha amanecido hace poco. –Dijo el mago a Bilbo.
–Esta noche no he podido dormir pensando en todo lo del viaje.
–No estarías pensando en lo que pasó en las Montañas Nubladas…
–Pues en parte sí, aún temo que vuelva a pasar.
–Tranquilo Bilbo, no te dejaremos solo para que vuelvas a caer en esa cueva.
–Una pregunta, Gandalf, ¿cómo vamos a entrar en las Montañas? Cuando nosotros entramos fue algo doloroso…
–Aún no lo he pensado bien, aunque creo que ya tengo una manera, pero es algo arriesgada…
–¿Qué manera, si se puede saber?
–Ya os la contaré cuando llegue el momento, ahora es hora del desayuno. –Dicho esto, los dos fueron al comedor donde Elrond les esperaba, pues él sabía que ya habían despertado. Los Enanos aún dormían, así que Gandalf, Bilbo y Elrond prepararon el desayuno. Había pastelitos y huevos, y también pan para untar mermelada de todo tipo. Sacaron también panceta y zumo, aparte de algo de fruta. Cuando terminaron los Enanos ya despertaron y fueron al comedor. Mientras desayunaban, los Enanos empezaron a entonar una canción que sonaba así:
Montañas Nubladas, de nuevo nos volvemos a ver
Esta vez no caeremos en vuestra trampa
No nos dais miedo ahora que sabemos lo que nos esperará
Os atravesaremos y a los Trasgos venceremos de nuevo
Eso sí, esperamos salir ilesos
No nos perderemos ahora que conocemos un camino
No esperéis sorprendernos con más trampas, pues cuidado tendremos
Después de atravesaros, el tenebroso Bosque Negro cruzaremos
¡Oh, Montañas Nubladas, ahora **** vosotras las que debéis temernos!
Terminaron la canción y también acabaron de desayunar. Volvieron a coger sus equipajes y se pusieron en camino para atravesar un tramo de las Tierras Salvajes para llegar a las Montañas Nubladas. Bilbo aún parecía algo preocupado. Los terrenos eran montañosos y algunos difíciles de atravesar. Empezaba a atardecer y ya les faltaba poco para llegar a las montañas, pero estaban cansados y decidieron partir por la mañana y descansar por ese día. Oin y Gloin prepararon una hoguera para asar la comida. Por suerte Elrond les había proporcionado suministro para unas semanas. Llevaban salchichas, patatas, queso, huevos, lechugas, tomates, e incluso un pequeño barril de cerveza. Por si acaso perdían la comida en las montañas, decidieron comer cuanto pudieran para disfrutar la comida mientras podían. Cuando acabaron de cenar todos cayeron rendidos y se durmieron en un abrir y cerrar de ojos, excepto Bilbo, quien estuvo un rato despierto, pues tenía un mal presentimiento, sentía que algo malo iba a ocurrir en las Montañas Nubladas, pero no tardó mucho en dormirse, estaba algo cansado.
A la mañana siguiente, fue Gandalf quien despertó primero y despertó a todos los demás. Desayunaron, pero no mucho, pues si comían demasiado quizá la comida les sentase mal. Pronto emprendieron el camino a las Montañas, que era un corto trecho lo que les quedaba. Llegaron a las Montañas pronto y pararon en una de sus laderas. Todos pensaban que tendrían que escalar las Montañas, pero en realidad pasarían debajo de ellas. El mago les dijo cómo pasarían por ellas y se quedaron algo sorprendidos, pues no sabían cómo entrarían por ellas, y ninguno quería repetir la entrada de hace unos años. Anduvieron un poco hacia la derecha de las Montañas y encontraron una especie de inscripción élfica. Gandalf leyó lo siguiente: “A vanimar hithaiglin. I hrótaier.” Que significa: “¡Oh, bellas Montañas Nubladas! Aquellas que son moradas subterráneas.” La verdad, Gandalf no sabía que esa otra entrada existía, la descubrió de pura casualidad, por lo que se sorprendió. El mago pensaba en pasar por Moria, por eso dijo que podría ser arriesgado. De repente, el suelo empezó a temblar y todos dieron un paso atrás. Una puerta secreta hacia el interior de las Montañas se estaba abriendo. Descifrar aquella inscripción sería una llave para abrir la puerta. Entraron en las Montañas a un pasadizo que daba a una amplia sala. Cuando entraron, la puerta se cerró. Entonces, unos Trasgos la oyeron cerrarse y avisaron a más Trasgos para defender. Los que oyeron la puerta cerrarse avisaron a Läfnir y éste ordenó a los Orcos, Elfos y Trasgos que vigilasen toda la Montaña. Los Enanos, el mago y el Hobbit no tenían ni idea de que los habían oído, y Bilbo seguía teniendo un mal presentimiento. Caminaron con cuidado, y no se dieron cuenta de que dos Elfos los había visto. Estos advirtieron a Läfnir y ordenó que les tendieran una emboscada cuando entrasen a la sala. Pasaron allí sin saber lo que les esperaba. Bilbo oyó algo y se quedó en el pasadizo por miedo, además de que había descubierto un hueco en el que esconderse. Cuando todos (excepto el Hobbit, claro está) entraron en la sala, los Elfos los rodearon y los apuntaron con sus arcos. Estaban en clara desventaja, pues ellos eran menos que los Elfos. Cuando los rodearon, todos gritaron, incluido Bilbo. Los Enanos y Gandalf desenvainaron las espadas, el Enano Dori preguntó al mago: –¿Qué hacemos ahora, señor?
–De momento debemos abrirnos camino entre ellos y huir. –Le contestó. Los Elfos comenzaron a disparar flechas y lo único que podían hacer era protegerse con las espadas. Entonces, Gandalf encontró un pequeño camino por el que podía escapar y gritó: –¡Corred insensatos! –Dada la orden, todos empezaron a correr y a blandir las espadas para acabar con los Elfos que les bloqueaban el camino.
Mientras tanto, Bilbo seguía escondido en el agujero, aún con el mal presentimiento, hasta que una piedra le golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Al despertar, el Hobbit estaba tumbado en una roca a unos metros sobre el lago que la rodeaba. Se levantó y miró a su alrededor, estaba en una cueva que se le hacía familiar. A unos pocos metros estaba el hueco en el que se había escondido, sobre un terreno algo rocoso. Entonces, escuchó el sonido del agua, como si alguien fuese hacia la roca en barca. Por miedo a que aquel que fuera en la barca viera que estaba despierto, se tumbó y cerró los ojos para parecer que estaba inconsciente todavía. Aquel ser se acercó a él y siseó. –Aún ssigue inconssciente, mi tessoro. ¿Lo busscamoss ya? Por ssupuesto, preciosso mío, y cuando lo encontremoss noss comemoss al Hobbit. –Aquella voz le resultaba muy familiar a Bilbo. Cuando aquella criatura se dio la vuelta un momento, el Hobbit se levantó y desenvainó con mucho cuidado a Dardo, su espada. Vio entonces qué lo había capturado… ¡Gollum! Bilbo se asustó, aunque no gritó ni nada para evitar que aquella criatura fuera a por él, por lo que esperó a que se diera la vuelta. Cuando se giró y vio al Hobbit despierto y con la espada en las manos gritó. –¡Devuélvenosslo, Bolssón! ¡Ess nuestro! ¡LADRÓN! –Gollum saltó sobre Bilbo sin que éste pudiera hacer nada y le mordió en el brazo derecho. El Hobbit se deshizo de él dando vueltas. Gollum cayó sobre la roca y se acercó a Bilbo, que estaba acorralado. Entonces, el Hobbit vio la oportunidad de escapar, por la barca que había traído Gollum. Tan sólo tenía un intento y era muy arriesgado. Cuando estuvo al borde de la roca, saltó sobre la barca y cayó de bruces sobre ella. Remaba con Dardo y con el brazo derecho, pues le dolía y se tapaba la herida del mordisco con la mano izquierda. Se alejó de la roca y Gollum lo maldecía. –¡Ladrón! ¡Devuélvenosslo! ¡Dánoss nuesstro tessoro! ¡Maldito y aplasstado sseas, Bolssón! –Bilbo lo ignoraba y seguía remando como podía. Estaba muy dolorido, aquel mordisco le había hecho mucho daño. Al llegar a tierra, se quitó su chaqueta roja y subió la manga de su camiseta del brazo derecho. La herida del mordisco no era tan pequeña como él creía, le sangraba y le dolía mucho. “Así no podré salvar a los Enanos, tengo que salir por donde he venido.” Pensó. Salió por el agujero en el que se había metido. Cuando llegó al pasadizo, se encontró con Gandalf, quien había despistado a los guardias de Läfnir. Al dar un paso más, Bilbo se desmayó, pero el mago lo cogió a tiempo antes de que cayese al suelo. Llevaba la chaqueta encima de la herida. -¡Bilbo! ¿Qué te ha pasado? ¡Responde! –Gandalf le quitó la chaqueta de la herida y se asustó al ver que era tan grande. La manga de la camiseta del brazo derecho se había vuelto roja y parecía que la herida empeoraba. El mago lo sacó afuera y lo tumbó en una roca. Para sanarle, usó magia élfica y luego le vendó el brazo con un pañuelo que tenía Bilbo en la mochila, que por suerte había recogido de la cueva de Gollum. Cuando el Hobbit despertó y vio a Gandalf se alegró mucho. –¡Gracias al cielo que estabas ahí, Gandalf! Pensaba que era mi fin. –Agradeció Bilbo al mago.
–No ha sido nada, amigo mío. Pero ahora debemos ir a ayudar a los Enanos, pues los guardias de Läfnir los han capturado. Por suerte yo los despisté y pude escapar de ellos.
–¿Por casualidad sabes adónde los han llevado?
–Los llevaron con Läfnir y les ataron los pies y las manos, sólo vi eso, no quería arriesgarme a que me capturasen.
–Pues tenemos que ir a salvarlos.
–Bilbo, ten cuidado, esa herida que tienes en el brazo sigue grave, y podría ir a peor, debes ir con precaución.
–Tranquilo Gandalf, sé que hacer. Pero antes de ir, deberíamos trazar un plan.
–De acuerdo, tú los distraes gritando desde algún hueco que hay en la sala y yo rescato a los Enanos.
–Yo sugiero que seas tú quien les distraigas con tu magia y yo salvo a los Enanos, pues si me descubren en ese hueco mi vida podría estar en peligro, y tú no tienes herida alguna.
–Ahora que lo dices será mejor así, yo voy por la izquierda y tú por la derecha, ¿de acuerdo?
–Vale, vamos allá. –Ya hecho el plan, los dos entraron de nuevo en las Montañas. Bilbo esperó a que Gandalf entrase primero para hacer su plan: ponerse el Anillo para que no le vean y salvar a los Enanos. El mago pasó por detrás de Läfnir y le lanzó fuego con su vara. –¡Ahí está el mago, que no escape! –Gritó Läfnir. Los muy ingenuos de los guardias salieron tras Gandalf, y no sabían que Bilbo estaba allí. El Hobbit desenvainó su espada, y esto hizo un poco de ruido, por lo que llamó la atención de Läfnir. Éste lanzó un trozo de cristal (no del Cristal Mágico que había robado), al que lanzó magia negra, hacia Bilbo. El cristal le dio, por mala suerte, en la herida del brazo. El Hobbit se tiró al suelo muy dolorido, mas no gritó para no llamar la atención de los guardias, e incluso empezó a llorar a causa del dolor. El brazo le dolía y sangraba aún más que antes y casi no podía moverlo. Pero esto no impidió que salvara a los Enanos, cortó una a una sus ataduras. Los Enanos sabían que era Bilbo quien les ayudó, y uno de ellos, Balin, se acercó a él y le dijo. –Bilbo, tú tienes que salir corriendo, nosotros nos encargamos de ellos. –El Hobbit no sabía cómo pudieron saber que era él ni cómo sabían dónde estaba. Bilbo salió corriendo a gran velocidad junto con Gandalf, en ese momento se quitó el Anillo, pero antes de eso, le robó el Cristal a Läfnir sin que éste se diera cuenta. Y el mago dio la orden. –¡Vamos, corred, no os quedéis ahí, insensatos! –Gandalf cogió a Bilbo y lo llevó sobre su espalda mientras los demás blandían sus espadas y movían sus martillos y hachas para abrir paso. Se hizo de noche y ninguno de ellos pensaba que el camino era tan largo, suerte que encontraron un pequeño refugio para esconderse de los guardias durante la noche. Lo encontraron cuando vieron una grieta que daba a una especie de sótano, que estaba muy bien oculta. La descubrió Bilbo y todos bajaron por ahí sin que nadie los viera. Gandalf le limpió la herida al Hobbit, mas no le sacó el cristal, pues no sabía que lo tenía en la herida. Le vendó de nuevo la herida y lo tapó con una manta, pues cuando fue en la barca no pudo evitar que entrase agua en ella y se resfrió un poco. Se quedaron en aquel escondite hasta que descansaron lo suficiente.
El Hobbit ya estaba algo aburrido de mirar por la ventana sin hacer nada, por lo que salió a dar una vuelta por ahí. Al salir de la habitación, se encontró con Gandalf, quien también salió. –¡Bilbo! ¿Qué haces despierto a estas horas? Ha amanecido hace poco. –Dijo el mago a Bilbo.
–Esta noche no he podido dormir pensando en todo lo del viaje.
–No estarías pensando en lo que pasó en las Montañas Nubladas…
–Pues en parte sí, aún temo que vuelva a pasar.
–Tranquilo Bilbo, no te dejaremos solo para que vuelvas a caer en esa cueva.
–Una pregunta, Gandalf, ¿cómo vamos a entrar en las Montañas? Cuando nosotros entramos fue algo doloroso…
–Aún no lo he pensado bien, aunque creo que ya tengo una manera, pero es algo arriesgada…
–¿Qué manera, si se puede saber?
–Ya os la contaré cuando llegue el momento, ahora es hora del desayuno. –Dicho esto, los dos fueron al comedor donde Elrond les esperaba, pues él sabía que ya habían despertado. Los Enanos aún dormían, así que Gandalf, Bilbo y Elrond prepararon el desayuno. Había pastelitos y huevos, y también pan para untar mermelada de todo tipo. Sacaron también panceta y zumo, aparte de algo de fruta. Cuando terminaron los Enanos ya despertaron y fueron al comedor. Mientras desayunaban, los Enanos empezaron a entonar una canción que sonaba así:
Montañas Nubladas, de nuevo nos volvemos a ver
Esta vez no caeremos en vuestra trampa
No nos dais miedo ahora que sabemos lo que nos esperará
Os atravesaremos y a los Trasgos venceremos de nuevo
Eso sí, esperamos salir ilesos
No nos perderemos ahora que conocemos un camino
No esperéis sorprendernos con más trampas, pues cuidado tendremos
Después de atravesaros, el tenebroso Bosque Negro cruzaremos
¡Oh, Montañas Nubladas, ahora **** vosotras las que debéis temernos!
Terminaron la canción y también acabaron de desayunar. Volvieron a coger sus equipajes y se pusieron en camino para atravesar un tramo de las Tierras Salvajes para llegar a las Montañas Nubladas. Bilbo aún parecía algo preocupado. Los terrenos eran montañosos y algunos difíciles de atravesar. Empezaba a atardecer y ya les faltaba poco para llegar a las montañas, pero estaban cansados y decidieron partir por la mañana y descansar por ese día. Oin y Gloin prepararon una hoguera para asar la comida. Por suerte Elrond les había proporcionado suministro para unas semanas. Llevaban salchichas, patatas, queso, huevos, lechugas, tomates, e incluso un pequeño barril de cerveza. Por si acaso perdían la comida en las montañas, decidieron comer cuanto pudieran para disfrutar la comida mientras podían. Cuando acabaron de cenar todos cayeron rendidos y se durmieron en un abrir y cerrar de ojos, excepto Bilbo, quien estuvo un rato despierto, pues tenía un mal presentimiento, sentía que algo malo iba a ocurrir en las Montañas Nubladas, pero no tardó mucho en dormirse, estaba algo cansado.
A la mañana siguiente, fue Gandalf quien despertó primero y despertó a todos los demás. Desayunaron, pero no mucho, pues si comían demasiado quizá la comida les sentase mal. Pronto emprendieron el camino a las Montañas, que era un corto trecho lo que les quedaba. Llegaron a las Montañas pronto y pararon en una de sus laderas. Todos pensaban que tendrían que escalar las Montañas, pero en realidad pasarían debajo de ellas. El mago les dijo cómo pasarían por ellas y se quedaron algo sorprendidos, pues no sabían cómo entrarían por ellas, y ninguno quería repetir la entrada de hace unos años. Anduvieron un poco hacia la derecha de las Montañas y encontraron una especie de inscripción élfica. Gandalf leyó lo siguiente: “A vanimar hithaiglin. I hrótaier.” Que significa: “¡Oh, bellas Montañas Nubladas! Aquellas que son moradas subterráneas.” La verdad, Gandalf no sabía que esa otra entrada existía, la descubrió de pura casualidad, por lo que se sorprendió. El mago pensaba en pasar por Moria, por eso dijo que podría ser arriesgado. De repente, el suelo empezó a temblar y todos dieron un paso atrás. Una puerta secreta hacia el interior de las Montañas se estaba abriendo. Descifrar aquella inscripción sería una llave para abrir la puerta. Entraron en las Montañas a un pasadizo que daba a una amplia sala. Cuando entraron, la puerta se cerró. Entonces, unos Trasgos la oyeron cerrarse y avisaron a más Trasgos para defender. Los que oyeron la puerta cerrarse avisaron a Läfnir y éste ordenó a los Orcos, Elfos y Trasgos que vigilasen toda la Montaña. Los Enanos, el mago y el Hobbit no tenían ni idea de que los habían oído, y Bilbo seguía teniendo un mal presentimiento. Caminaron con cuidado, y no se dieron cuenta de que dos Elfos los había visto. Estos advirtieron a Läfnir y ordenó que les tendieran una emboscada cuando entrasen a la sala. Pasaron allí sin saber lo que les esperaba. Bilbo oyó algo y se quedó en el pasadizo por miedo, además de que había descubierto un hueco en el que esconderse. Cuando todos (excepto el Hobbit, claro está) entraron en la sala, los Elfos los rodearon y los apuntaron con sus arcos. Estaban en clara desventaja, pues ellos eran menos que los Elfos. Cuando los rodearon, todos gritaron, incluido Bilbo. Los Enanos y Gandalf desenvainaron las espadas, el Enano Dori preguntó al mago: –¿Qué hacemos ahora, señor?
–De momento debemos abrirnos camino entre ellos y huir. –Le contestó. Los Elfos comenzaron a disparar flechas y lo único que podían hacer era protegerse con las espadas. Entonces, Gandalf encontró un pequeño camino por el que podía escapar y gritó: –¡Corred insensatos! –Dada la orden, todos empezaron a correr y a blandir las espadas para acabar con los Elfos que les bloqueaban el camino.
Mientras tanto, Bilbo seguía escondido en el agujero, aún con el mal presentimiento, hasta que una piedra le golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Al despertar, el Hobbit estaba tumbado en una roca a unos metros sobre el lago que la rodeaba. Se levantó y miró a su alrededor, estaba en una cueva que se le hacía familiar. A unos pocos metros estaba el hueco en el que se había escondido, sobre un terreno algo rocoso. Entonces, escuchó el sonido del agua, como si alguien fuese hacia la roca en barca. Por miedo a que aquel que fuera en la barca viera que estaba despierto, se tumbó y cerró los ojos para parecer que estaba inconsciente todavía. Aquel ser se acercó a él y siseó. –Aún ssigue inconssciente, mi tessoro. ¿Lo busscamoss ya? Por ssupuesto, preciosso mío, y cuando lo encontremoss noss comemoss al Hobbit. –Aquella voz le resultaba muy familiar a Bilbo. Cuando aquella criatura se dio la vuelta un momento, el Hobbit se levantó y desenvainó con mucho cuidado a Dardo, su espada. Vio entonces qué lo había capturado… ¡Gollum! Bilbo se asustó, aunque no gritó ni nada para evitar que aquella criatura fuera a por él, por lo que esperó a que se diera la vuelta. Cuando se giró y vio al Hobbit despierto y con la espada en las manos gritó. –¡Devuélvenosslo, Bolssón! ¡Ess nuestro! ¡LADRÓN! –Gollum saltó sobre Bilbo sin que éste pudiera hacer nada y le mordió en el brazo derecho. El Hobbit se deshizo de él dando vueltas. Gollum cayó sobre la roca y se acercó a Bilbo, que estaba acorralado. Entonces, el Hobbit vio la oportunidad de escapar, por la barca que había traído Gollum. Tan sólo tenía un intento y era muy arriesgado. Cuando estuvo al borde de la roca, saltó sobre la barca y cayó de bruces sobre ella. Remaba con Dardo y con el brazo derecho, pues le dolía y se tapaba la herida del mordisco con la mano izquierda. Se alejó de la roca y Gollum lo maldecía. –¡Ladrón! ¡Devuélvenosslo! ¡Dánoss nuesstro tessoro! ¡Maldito y aplasstado sseas, Bolssón! –Bilbo lo ignoraba y seguía remando como podía. Estaba muy dolorido, aquel mordisco le había hecho mucho daño. Al llegar a tierra, se quitó su chaqueta roja y subió la manga de su camiseta del brazo derecho. La herida del mordisco no era tan pequeña como él creía, le sangraba y le dolía mucho. “Así no podré salvar a los Enanos, tengo que salir por donde he venido.” Pensó. Salió por el agujero en el que se había metido. Cuando llegó al pasadizo, se encontró con Gandalf, quien había despistado a los guardias de Läfnir. Al dar un paso más, Bilbo se desmayó, pero el mago lo cogió a tiempo antes de que cayese al suelo. Llevaba la chaqueta encima de la herida. -¡Bilbo! ¿Qué te ha pasado? ¡Responde! –Gandalf le quitó la chaqueta de la herida y se asustó al ver que era tan grande. La manga de la camiseta del brazo derecho se había vuelto roja y parecía que la herida empeoraba. El mago lo sacó afuera y lo tumbó en una roca. Para sanarle, usó magia élfica y luego le vendó el brazo con un pañuelo que tenía Bilbo en la mochila, que por suerte había recogido de la cueva de Gollum. Cuando el Hobbit despertó y vio a Gandalf se alegró mucho. –¡Gracias al cielo que estabas ahí, Gandalf! Pensaba que era mi fin. –Agradeció Bilbo al mago.
–No ha sido nada, amigo mío. Pero ahora debemos ir a ayudar a los Enanos, pues los guardias de Läfnir los han capturado. Por suerte yo los despisté y pude escapar de ellos.
–¿Por casualidad sabes adónde los han llevado?
–Los llevaron con Läfnir y les ataron los pies y las manos, sólo vi eso, no quería arriesgarme a que me capturasen.
–Pues tenemos que ir a salvarlos.
–Bilbo, ten cuidado, esa herida que tienes en el brazo sigue grave, y podría ir a peor, debes ir con precaución.
–Tranquilo Gandalf, sé que hacer. Pero antes de ir, deberíamos trazar un plan.
–De acuerdo, tú los distraes gritando desde algún hueco que hay en la sala y yo rescato a los Enanos.
–Yo sugiero que seas tú quien les distraigas con tu magia y yo salvo a los Enanos, pues si me descubren en ese hueco mi vida podría estar en peligro, y tú no tienes herida alguna.
–Ahora que lo dices será mejor así, yo voy por la izquierda y tú por la derecha, ¿de acuerdo?
–Vale, vamos allá. –Ya hecho el plan, los dos entraron de nuevo en las Montañas. Bilbo esperó a que Gandalf entrase primero para hacer su plan: ponerse el Anillo para que no le vean y salvar a los Enanos. El mago pasó por detrás de Läfnir y le lanzó fuego con su vara. –¡Ahí está el mago, que no escape! –Gritó Läfnir. Los muy ingenuos de los guardias salieron tras Gandalf, y no sabían que Bilbo estaba allí. El Hobbit desenvainó su espada, y esto hizo un poco de ruido, por lo que llamó la atención de Läfnir. Éste lanzó un trozo de cristal (no del Cristal Mágico que había robado), al que lanzó magia negra, hacia Bilbo. El cristal le dio, por mala suerte, en la herida del brazo. El Hobbit se tiró al suelo muy dolorido, mas no gritó para no llamar la atención de los guardias, e incluso empezó a llorar a causa del dolor. El brazo le dolía y sangraba aún más que antes y casi no podía moverlo. Pero esto no impidió que salvara a los Enanos, cortó una a una sus ataduras. Los Enanos sabían que era Bilbo quien les ayudó, y uno de ellos, Balin, se acercó a él y le dijo. –Bilbo, tú tienes que salir corriendo, nosotros nos encargamos de ellos. –El Hobbit no sabía cómo pudieron saber que era él ni cómo sabían dónde estaba. Bilbo salió corriendo a gran velocidad junto con Gandalf, en ese momento se quitó el Anillo, pero antes de eso, le robó el Cristal a Läfnir sin que éste se diera cuenta. Y el mago dio la orden. –¡Vamos, corred, no os quedéis ahí, insensatos! –Gandalf cogió a Bilbo y lo llevó sobre su espalda mientras los demás blandían sus espadas y movían sus martillos y hachas para abrir paso. Se hizo de noche y ninguno de ellos pensaba que el camino era tan largo, suerte que encontraron un pequeño refugio para esconderse de los guardias durante la noche. Lo encontraron cuando vieron una grieta que daba a una especie de sótano, que estaba muy bien oculta. La descubrió Bilbo y todos bajaron por ahí sin que nadie los viera. Gandalf le limpió la herida al Hobbit, mas no le sacó el cristal, pues no sabía que lo tenía en la herida. Le vendó de nuevo la herida y lo tapó con una manta, pues cuando fue en la barca no pudo evitar que entrase agua en ella y se resfrió un poco. Se quedaron en aquel escondite hasta que descansaron lo suficiente.
Supusieron que ya había amanecido, y todos salieron de aquel refugio andando con sigilo. Bilbo aún seguía teniendo un terrible dolor en el brazo y no podía impedir derramar algunas lágrimas a causa del dolor. Pasaron unos minutos y ya pudieron ver algo de luz, la salida estaba cerca, pero ninguno de ellos pensaba que el camino fuera tan largo, además de que los pasadizos eran algo más estrechos. Salieron de las Montañas hacia un campo verde con árboles y con caminos que conducían a una gran torre. Gandalf sabía dónde estaban, y no parecía que fuera bueno. –Esperad, yo conozco este sitio. –Dijo el mago. –Entonces, ¿dónde estamos, Gandalf? –Preguntó Nori. –Éste no es el camino que debíamos seguir. –Contestó Gandalf. –¿Qué quieres decir con eso? ¿Nos hemos perdido? –Preguntó Bilbo, que seguía tapando la herida con la mano izquierda. –No hemos ido al este, sino… al sur. No estamos cerca del Bosque Negro, ni mucho menos de las Montañas Grises. Estamos muy cerca de Rohan…
–¡Venga, dinos ya dónde diantre estamos! –Protestó Bofur.
–Estamos… en Isengard. Tenéis suerte de que un viejo amigo mío habite aquí y nos pueda ayudar. –Dicho esto, caminaron hacia la torre que estaba en medio del verde campo. Allí les esperaba un señor con un manto blanco, de barba gris que se apoyaba sobre su vara. –Vaya, Gandalf el gris, no me imaginaba que aparecerías por aquí, y es muy oportuno. –Dijo el señor.
–Saruman el blanco, estamos aquí porque nos desviamos del camino que debíamos seguir en las Montañas Nubladas, y su consejo nos vendría muy bien. –Dijo Gandalf. Al parecer aquel señor era Saruman el mago blanco, el más poderoso de los cinco magos. Mientras tanto, Ori ayudaba a Bilbo a caminar, pues el pobre estaba muy débil y casi no podía andar. Entonces, el Hobbit empezó a perder el equilibrio y Bofur fue con Ori para ayudarle, pero ya era demasiado tarde, Bilbo se había desmayado, y cuando lo hizo, el Cristal que robó a Läfnir cayó al suelo. –¡Gandalf, Gandalf! ¡El Hobbit se ha desmayado! –Gritaron los dos Enanos. Gandalf fue veloz hacia donde estaba el Hobbit, y encontró el Cristal. –Esperad, es un Cristal Mágico, el mismo que tenía Läfnir, ¿cómo lo ha llegado a robar Bilbo?
–¡Eso es lo de menos, tenemos que llevarlo a la torre! –Gritó Dori.
–Y respecto a lo del Cristal, sigue siendo un saqueador, ¿no? –Bromeó Dwalin.
–Saruman, ¿podría dejarnos estar en su torre un tiempo?¬ –Preguntó Gandalf a Saruman.
–Por supuesto, viejo amigo. Podéis quedaros cuanto queráis, además, yo tengo unas cosas que decirle, Gandalf, y son urgentes.
–Gracias, ¡y ahora debemos de llevar a Bilbo a una cama, y rápido!
–Pero si eras tú el que… –Reprochó Gloin.
–¡Silencio, Gloin! ¡Rápido, coged al Hobbit! –Contestó Gandalf al Enano. Entraron en la torre y Saruman les indicó dónde podían llevar a Bilbo, que seguía inconsciente. Lo tumbaron en una cama y Gandalf le revisó la herida, estaba mucho peor que antes y ya tenía todo el brazo cubierto de sangre, estaba muy grave. –Esperad, Gandalf, antes de nada, ¿puede ser que lleve algo en la herida? –Preguntó Saruman.
–No sé, creo que no, pues cuando le vendé el brazo por última vez no tenía nada. ¿Por qué lo pregunta?
–Detecto magia negra en algún sitio de por aquí, en el Hobbit.
–Quizás… ¡Esperad! ¡Läfnir lanzó algo a lo lejos! ¡Debió de ser que presintió que Bilbo estaba allí y le lanzó algo! Y creo recordar que era un trozo de cristal al que había lanzado magia negra, no un Cristal Mágico, sino un cristal negro muy raro.
–No se le ve nada en la herida, debe de haberse incrustado aún más.
–Entonces, ¿cómo lo sacaremos?
–Yo puedo hacer algo con mi magia, pero el pobre está muy grave, se necesitará magia élfica, y creo que sé quién puede ayudarle.
–No estarás pensando en…
–Sí, ella le puede ayudar, además, los dos tenemos cosas que contarle, viejo amigo.
–Llámela, creo que mientras tanto puedo hacer algo.
–Gandalf, será mejor que dejes el Cristal antes de nada, podrías hacer cosas inimaginables.
–¿Es tan peligroso?
–Sí, y ahora debo ir a llamarla. –Dicho esto, Saruman se marchó y Gandalf dejó el Cristal Mágico escondido bajo un manto. Pero había algo que extrañó a Gandalf, no sabía que la torre de Isengard era tan grande. Intentó hacer algo para que Bilbo se tranquilizara, pues estaba muy intranquilo, estaba muy dolorido e intentaba gritar. Entonces, el Hobbit se vio en un sueño, tumbado en el suelo, todo era de color blanco. No había nada ni nadie allí.
“En el sueño…
–¿Eh? ¿Dónde estoy? ¿Por qué aquí no hay nadie? –Se preguntó Bilbo mientras se levantaba del suelo. Todavía le dolía mucho la herida y no la tenía vendada. Seguía teniendo el brazo cubierto de sangre. Entonces, miró arriba y algo le cegó y cayó al suelo. Cuando se levantó vio algo que pensaba que nunca iba a volver a ver, allí estaba, de pie… ¡Thorin! ¡El mismísimo Thorin Escudo de Roble! –¿Thorin? ¿De verdad eres tú? ¿No habías muerto? –Bilbo comenzó a llorar recordando aquella Batalla De Los Cinco Ejércitos, en la que su amigo Thorin murió. –Por supuesto que soy el majestuoso Thorin Escudo de Roble, señor Bolsón. –Bromeó el Enano. –Y sí, estoy junto con mis antepasados ahora, y también con Fili y Kili.
–Entonces, ¿qué haces aquí? ¿No significará que yo…?
–¡Claro qué no! Esto es tan solo un sueño que tienes a causa del gran dolor que sientes en el brazo.
–Ah, pero, ¿por qué apareces en este sueño? Bueno, esto me lo estoy imaginando seguro.
–Verás, amigo, esto no te lo estás imaginando, yo escogí este sueño para hablarte.
–¿Hablarme? ¿Sobre qué? ¿Sobre que soy un inútil por no hacer nada ni ayudar en aquella Batalla de Los Cinco Ejércitos? ¿O quizás que soy un traidor? Si es por eso ya lo sé, siempre fui un cobarde y nunca un guerrero o un saqueador, y ni mucho menos un héroe… Lo único que hice fue estorbar, tan sólo soy un Hobbit. Tú tenías toda la razón desde el principio, no debí haber ido a ayudaros, no serviría de nada, no debí haber salido de casa en aquel momento, y mucho menos en este. Ya sé que soy débil, mira mi brazo, me duele mucho y tú soportaste cosas mucho peores que ésta, si yo hubiera ayudado en aquella batalla seguro que tú serías ahora mismo el Rey Bajo la Montaña y Fili y Kili estarían disfrutando de todos los años de vida que les quedaban, pero no, me escondí de todo el peligro y sólo pensé en mí mismo, fui egoísta, no pensé en ninguno de vosotros, solo en mi seguridad. Ya sé que fui un tonto al hacer todo eso, puede que os haya salvado de algún pequeño peligro, pero no pude evitar nada en esa guerra… –Se lamentaba Bilbo mientras lloraba a los pies de Thorin. –¡Levántate del suelo! ¡No me imaginaba verte así en ningún momento! No tienes que lamentar nada, todo fue culpa mía. Me dominó aquella maldición y no te di el valor que merecías. Me salvaste muchas veces, aunque no pudiste salvarme de la muerte, los otros Enanos están vivos. Yo no podía imaginar a un mediano enfrentándose a todos los peligros a los que tú te enfrentaste.
–Puede que sí, pero eso tendrá una consecuencia. Presiento que uno de los acontecimientos que ocurrieron aproximadamente 2 años traerá el peligro a La Comarca, y yo ya no podré salvar a mi gente. En realidad nunca salvé a nadie.
–¡No me gusta ver a un aliado que ha servido de mucho a mi compañía diciendo esa clase de sandeces! Tú mismo sabes que nos salvaste de aquellas arañas, me salvaste de que un Orco me cortase la cabeza, sacaste toda tu valentía y arriesgaste tu vida para entrar en la Montaña y estuviste frente a frente con el dragón Smaug, y muchas otras cosas. Tú no tienes que arrepentirte de nada, ahora servirás a los Enanos que aún quedan presentes. La Tierra Media está en peligro, y ahora te corresponde a ti salvarla. Todo es posible, Bilbo, saldrás vencedor y todos cantarán tus hazañas en las canciones. Yo estoy aquí para apoyarte. Te daré consejos desde mi trono como Rey Bajo la Montaña en el cielo. Para eso he venido, para animarte. No debes rendirte. Si tú no salvas la Tierra Media, ¿quién lo hará? ¿Quién evitará todo este desastre? Si no la salvas tú, todo esto quedará en cenizas y toda cuanta vida hay aquí desaparecerá. Has de ser valiente y enfrentarte a todo lo que se te venga encima.
–Thorin, yo…
–No hace falta que digas nada más, ahora he de marchar, pero te observaré desde los tronos de los grandes reyes ahí arriba. Hasta pronto, Bilbo Bolsón.
–Hasta pronto, supongo… Thorin Escudo de Roble…”
Al terminar el sueño, Bilbo se despertó sobresaltado y vio que estaba tendido en una cama con Gandalf a su lado, y también había otra persona allí, una hermosa Elfa vestida de blanco.
–¡Bilbo! ¡Menos mal que has despertado! ¡Temíamos haberte perdido! –Exclamó el mago feliz.
–¿Gandalf? ¿Dónde está…? Oh, es verdad, sólo fue un sueño… –Dijo el Hobbit.
–No estés tan seguro… –Susurró una voz en su cabeza.
–¿Eh? ¡¿Quién me habla?! –Gritó Bilbo, preocupado.
–¿Qué te ocurre, Bilbo? Estás algo raro desde que despertaste.
–Nada, nada, serán imaginaciones mías… Pero, ¿cómo he despertado? ¿Lo hiciste tú, Gandalf?
–A mí no me debes dar las gracias, sino a la dama Galadriel. Te despertó con magia élfica.
–Pues, ¡gracias! Pensé que jamás podría despertarme y mucho menos volver a casa. Aunque no creo que yo sea de vital importancia en esta misión…
–No diga eso, Bilbo Bolsón, nosotros le escogimos para este viaje. –Dijo Galadriel
–Bueno, Bilbo, sal afuera, los Enanos están algo preocupados por ti. –Dijo Gandalf a Bilbo, que se levantó de la cama y salió afuera para reunirse con los Enanos.
–¡Venga, dinos ya dónde diantre estamos! –Protestó Bofur.
–Estamos… en Isengard. Tenéis suerte de que un viejo amigo mío habite aquí y nos pueda ayudar. –Dicho esto, caminaron hacia la torre que estaba en medio del verde campo. Allí les esperaba un señor con un manto blanco, de barba gris que se apoyaba sobre su vara. –Vaya, Gandalf el gris, no me imaginaba que aparecerías por aquí, y es muy oportuno. –Dijo el señor.
–Saruman el blanco, estamos aquí porque nos desviamos del camino que debíamos seguir en las Montañas Nubladas, y su consejo nos vendría muy bien. –Dijo Gandalf. Al parecer aquel señor era Saruman el mago blanco, el más poderoso de los cinco magos. Mientras tanto, Ori ayudaba a Bilbo a caminar, pues el pobre estaba muy débil y casi no podía andar. Entonces, el Hobbit empezó a perder el equilibrio y Bofur fue con Ori para ayudarle, pero ya era demasiado tarde, Bilbo se había desmayado, y cuando lo hizo, el Cristal que robó a Läfnir cayó al suelo. –¡Gandalf, Gandalf! ¡El Hobbit se ha desmayado! –Gritaron los dos Enanos. Gandalf fue veloz hacia donde estaba el Hobbit, y encontró el Cristal. –Esperad, es un Cristal Mágico, el mismo que tenía Läfnir, ¿cómo lo ha llegado a robar Bilbo?
–¡Eso es lo de menos, tenemos que llevarlo a la torre! –Gritó Dori.
–Y respecto a lo del Cristal, sigue siendo un saqueador, ¿no? –Bromeó Dwalin.
–Saruman, ¿podría dejarnos estar en su torre un tiempo?¬ –Preguntó Gandalf a Saruman.
–Por supuesto, viejo amigo. Podéis quedaros cuanto queráis, además, yo tengo unas cosas que decirle, Gandalf, y son urgentes.
–Gracias, ¡y ahora debemos de llevar a Bilbo a una cama, y rápido!
–Pero si eras tú el que… –Reprochó Gloin.
–¡Silencio, Gloin! ¡Rápido, coged al Hobbit! –Contestó Gandalf al Enano. Entraron en la torre y Saruman les indicó dónde podían llevar a Bilbo, que seguía inconsciente. Lo tumbaron en una cama y Gandalf le revisó la herida, estaba mucho peor que antes y ya tenía todo el brazo cubierto de sangre, estaba muy grave. –Esperad, Gandalf, antes de nada, ¿puede ser que lleve algo en la herida? –Preguntó Saruman.
–No sé, creo que no, pues cuando le vendé el brazo por última vez no tenía nada. ¿Por qué lo pregunta?
–Detecto magia negra en algún sitio de por aquí, en el Hobbit.
–Quizás… ¡Esperad! ¡Läfnir lanzó algo a lo lejos! ¡Debió de ser que presintió que Bilbo estaba allí y le lanzó algo! Y creo recordar que era un trozo de cristal al que había lanzado magia negra, no un Cristal Mágico, sino un cristal negro muy raro.
–No se le ve nada en la herida, debe de haberse incrustado aún más.
–Entonces, ¿cómo lo sacaremos?
–Yo puedo hacer algo con mi magia, pero el pobre está muy grave, se necesitará magia élfica, y creo que sé quién puede ayudarle.
–No estarás pensando en…
–Sí, ella le puede ayudar, además, los dos tenemos cosas que contarle, viejo amigo.
–Llámela, creo que mientras tanto puedo hacer algo.
–Gandalf, será mejor que dejes el Cristal antes de nada, podrías hacer cosas inimaginables.
–¿Es tan peligroso?
–Sí, y ahora debo ir a llamarla. –Dicho esto, Saruman se marchó y Gandalf dejó el Cristal Mágico escondido bajo un manto. Pero había algo que extrañó a Gandalf, no sabía que la torre de Isengard era tan grande. Intentó hacer algo para que Bilbo se tranquilizara, pues estaba muy intranquilo, estaba muy dolorido e intentaba gritar. Entonces, el Hobbit se vio en un sueño, tumbado en el suelo, todo era de color blanco. No había nada ni nadie allí.
“En el sueño…
–¿Eh? ¿Dónde estoy? ¿Por qué aquí no hay nadie? –Se preguntó Bilbo mientras se levantaba del suelo. Todavía le dolía mucho la herida y no la tenía vendada. Seguía teniendo el brazo cubierto de sangre. Entonces, miró arriba y algo le cegó y cayó al suelo. Cuando se levantó vio algo que pensaba que nunca iba a volver a ver, allí estaba, de pie… ¡Thorin! ¡El mismísimo Thorin Escudo de Roble! –¿Thorin? ¿De verdad eres tú? ¿No habías muerto? –Bilbo comenzó a llorar recordando aquella Batalla De Los Cinco Ejércitos, en la que su amigo Thorin murió. –Por supuesto que soy el majestuoso Thorin Escudo de Roble, señor Bolsón. –Bromeó el Enano. –Y sí, estoy junto con mis antepasados ahora, y también con Fili y Kili.
–Entonces, ¿qué haces aquí? ¿No significará que yo…?
–¡Claro qué no! Esto es tan solo un sueño que tienes a causa del gran dolor que sientes en el brazo.
–Ah, pero, ¿por qué apareces en este sueño? Bueno, esto me lo estoy imaginando seguro.
–Verás, amigo, esto no te lo estás imaginando, yo escogí este sueño para hablarte.
–¿Hablarme? ¿Sobre qué? ¿Sobre que soy un inútil por no hacer nada ni ayudar en aquella Batalla de Los Cinco Ejércitos? ¿O quizás que soy un traidor? Si es por eso ya lo sé, siempre fui un cobarde y nunca un guerrero o un saqueador, y ni mucho menos un héroe… Lo único que hice fue estorbar, tan sólo soy un Hobbit. Tú tenías toda la razón desde el principio, no debí haber ido a ayudaros, no serviría de nada, no debí haber salido de casa en aquel momento, y mucho menos en este. Ya sé que soy débil, mira mi brazo, me duele mucho y tú soportaste cosas mucho peores que ésta, si yo hubiera ayudado en aquella batalla seguro que tú serías ahora mismo el Rey Bajo la Montaña y Fili y Kili estarían disfrutando de todos los años de vida que les quedaban, pero no, me escondí de todo el peligro y sólo pensé en mí mismo, fui egoísta, no pensé en ninguno de vosotros, solo en mi seguridad. Ya sé que fui un tonto al hacer todo eso, puede que os haya salvado de algún pequeño peligro, pero no pude evitar nada en esa guerra… –Se lamentaba Bilbo mientras lloraba a los pies de Thorin. –¡Levántate del suelo! ¡No me imaginaba verte así en ningún momento! No tienes que lamentar nada, todo fue culpa mía. Me dominó aquella maldición y no te di el valor que merecías. Me salvaste muchas veces, aunque no pudiste salvarme de la muerte, los otros Enanos están vivos. Yo no podía imaginar a un mediano enfrentándose a todos los peligros a los que tú te enfrentaste.
–Puede que sí, pero eso tendrá una consecuencia. Presiento que uno de los acontecimientos que ocurrieron aproximadamente 2 años traerá el peligro a La Comarca, y yo ya no podré salvar a mi gente. En realidad nunca salvé a nadie.
–¡No me gusta ver a un aliado que ha servido de mucho a mi compañía diciendo esa clase de sandeces! Tú mismo sabes que nos salvaste de aquellas arañas, me salvaste de que un Orco me cortase la cabeza, sacaste toda tu valentía y arriesgaste tu vida para entrar en la Montaña y estuviste frente a frente con el dragón Smaug, y muchas otras cosas. Tú no tienes que arrepentirte de nada, ahora servirás a los Enanos que aún quedan presentes. La Tierra Media está en peligro, y ahora te corresponde a ti salvarla. Todo es posible, Bilbo, saldrás vencedor y todos cantarán tus hazañas en las canciones. Yo estoy aquí para apoyarte. Te daré consejos desde mi trono como Rey Bajo la Montaña en el cielo. Para eso he venido, para animarte. No debes rendirte. Si tú no salvas la Tierra Media, ¿quién lo hará? ¿Quién evitará todo este desastre? Si no la salvas tú, todo esto quedará en cenizas y toda cuanta vida hay aquí desaparecerá. Has de ser valiente y enfrentarte a todo lo que se te venga encima.
–Thorin, yo…
–No hace falta que digas nada más, ahora he de marchar, pero te observaré desde los tronos de los grandes reyes ahí arriba. Hasta pronto, Bilbo Bolsón.
–Hasta pronto, supongo… Thorin Escudo de Roble…”
Al terminar el sueño, Bilbo se despertó sobresaltado y vio que estaba tendido en una cama con Gandalf a su lado, y también había otra persona allí, una hermosa Elfa vestida de blanco.
–¡Bilbo! ¡Menos mal que has despertado! ¡Temíamos haberte perdido! –Exclamó el mago feliz.
–¿Gandalf? ¿Dónde está…? Oh, es verdad, sólo fue un sueño… –Dijo el Hobbit.
–No estés tan seguro… –Susurró una voz en su cabeza.
–¿Eh? ¡¿Quién me habla?! –Gritó Bilbo, preocupado.
–¿Qué te ocurre, Bilbo? Estás algo raro desde que despertaste.
–Nada, nada, serán imaginaciones mías… Pero, ¿cómo he despertado? ¿Lo hiciste tú, Gandalf?
–A mí no me debes dar las gracias, sino a la dama Galadriel. Te despertó con magia élfica.
–Pues, ¡gracias! Pensé que jamás podría despertarme y mucho menos volver a casa. Aunque no creo que yo sea de vital importancia en esta misión…
–No diga eso, Bilbo Bolsón, nosotros le escogimos para este viaje. –Dijo Galadriel
–Bueno, Bilbo, sal afuera, los Enanos están algo preocupados por ti. –Dijo Gandalf a Bilbo, que se levantó de la cama y salió afuera para reunirse con los Enanos.
–Y bien, Galadriel, ¿qué querían decirme usted y Saruman?
–Acompáñeme, Mithrandir, el asunto que nos ocupa es muy importante, y debe saberlo. –Así, Galadriel y Gandalf salieron de la habitación, siguieron recto y bajaron por un pequeño pasadizo hasta una sala oscura, aunque entraba algo de luz, en la que había una mesa y sillas. Saruman estaba allí sentado. –Y bien, Gandalf, no esperaba encontrarle por aquí, aunque el que haya venido aquí por un simple desvío es una cosa buena, pues tenía que comunicarle algo muy importante. –Dijo Saruman dirigiéndose a Gandalf, que se sentó en una silla, al igual que Galadriel. –¿Qué tienen que mencionarme ustedes dos? –Preguntó Gandalf.
–Sabes de la existencia de los Cristales Mágicos y algunos de sus poderes, ¿no es así? –Dijo Saruman.
–Por supuesto, pero, ¿por qué decís que conozco “algunos” de sus poderes?
–De eso le tenemos que hablar. Esos Cristales, no son lo que parecen, no son para el bien de la Tierra Media, ni mucho menos.
–¿Qué quiere decir?
–Todos aquellos que conocen la existencia de estos Cristales creen que los envió Eru con el fin de destruir a Melkor, ¿verdad?
–Sí, porque esa es su existencia, o al menos es lo que cuentan.
–Bien, pues después de encontrar uno de ellos aquí, sabemos que esas creencias no son más que mentiras.
–¿Mentiras? ¿Decís que los Cristales sólo contribuirán a destruir la Tierra Media? –Mientras Gandalf, Saruman y Galadriel hablaban, Bilbo escuchó a Gandalf decir lo último y se acercó allí. Se colocó enfrente del camino que conducía al pasadizo y escuchó todo en silencio.
–Exacto, y por esa razón hay que destruirlos, por eso, tú, los Enanos y el Hobbit habéis sido elegidos, tenéis que destruir esos Cristales. –Dijo Galadriel.
–¿Yo y los demás? No creo que nosotros podamos hacerlo, ahora somos menos que hace unos años, si al menos pudiéramos contar con la ayuda de Thorin podría volverse todo más fácil.
–No puedes olvidar al Hobbit, pues desempeña un papel muy importante en esta misión, igual que en la misión de recuperar la Montaña Solitaria. –Al escuchar esto, Bilbo se sorprendió, no pensaba que él fuese tan importante en una misión como esa, y entonces escuchó una voz…
–Ya te dije que desempeñarías un papel muy importante, aunque no lo entendieras… –En ese momento, Bilbo gritó sin darse cuenta de que lo podrían oír. –¡¿Quién me habla?! ¡¿Quién eres?! –Saruman lo escuchó y fue a la salida del pasadizo. Bilbo oyó sus pasos y no sabía qué hacer, quizá se llevara una buena reprimenda por estar escuchando a escondidas una conversación privada. Los pasos del mago blanco se acercaban cada vez más y el Hobbit estaba asustado. Entonces, recordó que tenía algo que le podía ayudar a escapar de allí: el Anillo que encontró en los túneles de los Trasgos. Tragó saliva y se lo puso en el dedo índice. Saruman salió y no vio nada, por lo que volvió al pasadizo. Bilbo lanzó un suspiro de alivio. Cuando Saruman volvió a entrar en la sala, Gandalf le preguntó. –¿A dónde fue, Saruman?
–A ningún sitio, solo que me pareció escuchar un ruido fuera y salí para ver qué era ó saber si alguien nos espiaba.
–Comprendo, yo también juraría haber escuchado algo, pero no le hagamos caso. Entonces, ¿dicen que los Cristales son peligrosos para la Tierra Media? ¿Por qué razón?
–Verás, Mithrandir, –Prosiguió Galadriel¬– hemos descubierto que los Cristales llegaron aquí hace unos años… Cuando emprendisteis el viaje a la Montaña Solitaria.
–¿Insinúa que aquel viaje pudo tener algo que ver con la creación de los Cristales?
–Aunque sea en una pequeña parte, creemos que sí. Recuerda que el enemigo todavía sigue entre nosotros, puede ser que sean obra suya para recuperar aquello que le perteneció…
–… el Anillo Único… –Susurró Gandalf en un tono que parecía tener algo de preocupación.
–Así es, pues mientras Sauron siga con vida, buscará el Anillo para tomar la Tierra Media, podría llegar a… destruirla…
–¿Podrían explicarme más detalladamente el origen de los Cristales y su magia?
–Si así lo quiere, se lo diremos. Saruman, comience.
–De acuerdo, mi señora. Bien, como le acabamos de comentar, los Cristales Mágicos aparecieron cuando usted y la compañía de Thorin Escudo de Roble partió hacia la Montaña Solitaria. Al parecer, ocurrió cuando una misteriosa fuerza se expandió de Mordor por toda la Tierra Media y alrededores. Esa fuerza llegó al centro de la Tierra, creando así ondas que creemos que pueden ser de magia negra o de la misma oscuridad. Luego, llegó a todos y cada uno de los lugares de la Tierra Media en forma de Cristales que se escondieron en lugares secretos a los que no todos pueden llegar. Te preguntarás, ¿por qué en ese mismo instante? Puede que Sauron detectase algo en vosotros que podría llevar el peligro a su tierra. –Bilbo seguía escondido, todavía con el Anillo en el dedo y escuchando. Al escuchar lo último que dijo Saruman, decidió quitarse el Anillo, pues no sabía que pudiera ser tan peligroso. –“Así que el Anillo puede traer problemas, ya lo sabía. Sabía que soy un inútil y que le traigo el peligro a todos”–Pensó Bilbo.
–En realidad no es así, y tú lo sabes. –Volvió a susurrar la misma voz en su cabeza.
–¡Agh! ¡Quieres dejarme ya en paz! –Bilbo gritó de nuevo, y esta vez salió Gandalf, pues reconoció su voz. Antes de que el mago gris llegara, el Hobbit comenzó a marearse de nuevo, y pensó que sería mejor hacer como que caminaba para que pareciese que no espiaba. Fue andando dando tumbos y Gandalf lo vio y salió corriendo hacia él. –¡Bilbo! ¿Por qué andas así? ¿Te pasó algo? –Preguntó Gandalf algo preocupado.
–No, por supuesto que no, solo que estoy algo mareado. –Intentó decir Bilbo, pues la voz le temblaba.
–Por esa voz diría que no te encuentras bien.
–No me pasa nada de ver… –Antes de acabar, Bilbo acabó cayendo al suelo. Parecía que se había desmayado, pero tenía los ojos abiertos y parecía que su corazón dejó de latir y no respiraba.
–¡Bilbo, Bilbo! ¡Vamos despierta! ¡Responde! No me dejes Bilbo, ¡tienes que despertar! –Gritó Gandalf asustado mientras se arrodillaba y meneaba a Bilbo con la esperanza de que despertara. –¡Señor Gandalf! –Exclamó la voz de un Enano. –¡Señor Gandalf! ¡¿Qué le ocurre al Hobbit?! –Volvió a exclamar el Enano, que era Dori, mientras jadeaba, pues había salido corriendo al escuchar la voz del mago. Le seguían los demás Enanos. –¡¿Qué le ha ocurrido a Bilbo?! –Exclamó Oin.
–¡No lo sé! Pero puede que haya… –Antes de terminar la frase, Gandalf se percató de una cosa: la espada de Bilbo brillaba azul, y cuando esa espada brilla de color azul… –¡Ya vienen! ¡Se dirigen hacia aquí! –Gritó Gandalf, aún más asustado que antes.
–¿Se puede saber qué ocurre, Gandalf? –Preguntó Saruman mientras salía del pasadizo.
–Los Orcos de Läfnir se acercan… Y parece que hemos perdido al Hobbit… –Susurró Gandalf, e incluso se le escapó una lágrima al ver al Hobbit así, con los ojos abiertos y sin parecer tener rastro de vida alguno. Todos los Enanos se agacharon para observar a Bilbo, ellos también lloraron. Entonces, Galadriel salió de la sala y dijo. –¡Todavía sigue vivo! Aún hay esperanza, vosotros tenéis que ir a por los Orcos, Bilbo se quedará aquí. –Y los Enanos y Gandalf salieron de la torre y vieron lo que esperaban, unos 50 orcos aproximados se acercaban hacia ellos. –No podremos contra ellos… –Dijo Dwalin.
–Es inútil intentarlo… –Suspiró Bofur.
–Somos menos que ellos… –Dijo Ori.
–Rindámonos, Gandalf, no podremos derrotarlos… –Dijo Nori. Los Enanos estaban tristes por la probable pérdida de Bilbo y no tenían ánimos para luchar. –¡No digáis eso, Enanos! ¡Bilbo todavía sigue y seguirá con vida! ¡Acabaremos con los Orcos! ¡Por Bilbo! –Gritó Gandalf para animar a los Enanos.
–¡Gandalf tiene razón! –Gritó Balin.
–¡Es cierto, acabaremos con ellos! –Dijo Gloin.
–¡Vamos Enanos! ¡Demostrémosles a estos Orcos de lo que somos capaces! ¡Cargad contra ellos!–Dijo Gandalf. Todos dieron un grito de guerra y corrieron hacia los Orcos con las armas al frente.
Galadriel volvió a llevar a Bilbo a una cama. Bilbo tenía el mismo aspecto que cuando se desmayó. La Elfa detectó algo un momento, al intentar ver la herida del brazo de nuevo. Al poder verla, al fin vio el cristal que había salido. El Hobbit empezó a soñar de nuevo en cuanto Galadriel le sacó el cristal de la herida y volvió a la vida, aunque seguía demasiado débil todavía.
“En el sueño…
Bilbo se encontró enfrente de una gran montaña y escuchaba a alguien cantar:
Surcaré, Montañas Nubladas son
Cavernas hay allá donde voy
Hay que partir, al Sol salir
Bilbo se unió a la canción:
Y un viejo oro descubrir
Crujían pinos en la altitud
Vientos bramían de noche al sur
Un fuego vi cerca de allí
Y ardían bosques con gran luz…
Entonces, el Hobbit empezó a cantar otra canción que había cantado antes, pero con algún cambio:
Los caminos siguen y siguen
Entre montañas y bosques oscuros
Y yo los he de seguir
Para una nueva misión cumplir
Ojos que han visto dragones y guerra y una ciudad desolada
Retoman camino para salvar de nuevo a la Tierra Media
Luego, apareció en una sala en la que había un trono en el que estaba sentado Thorin. –Bienvenido, Bilbo Bolsón, al salón del trono del Rey Bajo la Montaña. –Dijo el Enano para recibir a Bilbo.
–Esto significa, ¿qué he muerto?
–¡No! Has estado al borde de la muerte, pero sigues con vida. Además, esa canción que entonaste me hace pensar que seguirás tu camino para salvar la Tierra Media.
–No tengo elección, así que he de aceptar el destino y seguir el camino. Ahora ya sé que hay que destruir esos malditos Cristales, pero no sé cómo hacerlo…
–Hay una manera.
–¿Y cuál es, Thorin?
–Has de reunir todos los Cristales y decir unas palabras en élfico. Necesitarás magia para poder romperlos, aparte de un corazón puro, es decir, no tener ningún deseo de poder ni destrucción.
–Pero, ¿cómo consigo la magia?
–La vara de Gandalf o cualquier vara de los 5 magos te servirá, pero no le tienes que decir nada de esto a nadie, y no pienses en esto mientras estés con Galadriel, puede leer el pensamiento.
–Sé que no podré evitar decir esto a alguien, pronto Gandalf lo sabrá.
–Entonces deberás de emprender el camino tú solo. Esta misma noche partirás, pero antes has de recoger los Cristales, el que robaste a Läfnir y el que encontró Saruman.
–¿Acaso sabes dónde se encuentran?
–¿Te acuerdas del pasadizo en el que hablaron Gandalf, Galadriel y Saruman sobre los Cristales? Bien, pues hay otra entrada más oculta aún que lleva a donde se esconden los Cristales, deberás andar con mucho sigilo.
–No creo que pueda hacer todo esto yo solo, además, la herida empeora.
–Claro que podrás. Ese simple mordisco de una horrible criatura no te puede parar. Estoy y estaré a tu lado.
–Creo que tienes razón, cumpliré esta misión, lo haré, salga vivo o muerto lo conseguiré. Muchos peligros aguardan en el largo camino, pero lo lograré. Nada me podrá parar. Salvaré la Tierra Media aunque sea solamente esta vez, cueste lo que cueste.
–Bien, Bilbo, veo que entendiste tu papel en la Tierra Media. Ahora he de marchar, y no olvides que estaré a tu lado. ¡Hasta pronto!
–¡Hasta pronto, Thorin! –Cuando Thorin se marchó, Bilbo empezó a cantar otra canción:
He de continuar esta aventura
Yo solo sin nadie saldré a luchar
He de conseguirlo cueste lo que cueste
Thorin está a mi lado y no me abandonará
Jamás pensé que este fuera mi destino
Arriesgaré mi vida por la Tierra Media
A Läfnir yo no le temo
A la muerte tampoco la he de temer
Saldré victorioso, estoy seguro
A dragones, Elfos, Trasgos y Orcos me enfrentaré sin miedo
La Comarca salvaré
¡Bilbo Bolsón ha llegado para cumplir la misión!
¡Nada me podrá derrotar y menos aún me parará!
No debo de echar la vista atrás
¡Adiós tierra querida, adiós!
¡Volveré aquí algún día, con vida o sin ella!
Y ahora debo marchar hacia los peligros de esta era un tanto oscura…”
Al despertar, Bilbo se encontró frente a Galadriel de nuevo. Ésta le preguntó en su mente. –“Y bien, Hobbit, ¿qué soñaste?”
–“Con el tiempo oscuro que se avecina”
–“A mí no me parece que sea cierto, di la verdad”
–“Digo la verdad, yo jamás mentiría”
–“Pequeño Hobbit, será mejor que digas la verdad o puede que lo pases mal”
–“Lo digo en serio. Un Hobbit nunca miente.” –Galadriel podía adivinar que Bilbo mentía y esperó un rato a ver si pensaba en algo, pero lo único en lo que pensaba era en la canción que cantó anteriormente. Entonces, el Hobbit saltó de la cama sigilosamente mientras la Elfa estaba distraída y salió corriendo por toda la torre. Galadriel le persiguió y Bilbo encontró el pasadizo por el que escuchó la conversación de los Cristales. Se metió dentro y temió que la Elfa supiera donde estaba, por lo que pensó en otro lugar para así confundirla. –“Creo que logré despistarla, saldré afuera y espero que no me encuentre.” –Galadriel cayó en la trampa y salió por la parte de atrás de la torre. Aprovechando su ventaja, Bilbo comenzó a buscar la entrada que le mencionó Thorin. No veía nada extrañó. Tocó las paredes, miró en una estantería, pero nada. Tampoco parecía que hubiese algo en las sillas o en la mesa. Después de esa búsqueda, encontró algo que le llamó la atención: había un rayo de luz en la habitación, y esta no tenía ventanas ni ninguna grieta por la que pasase la luz. Ahora se fijó en una cosa, antes había visto algo brillar, aunque no le dio mucha importancia. Volvió al lugar donde lo había visto y descubrió una especie de runas élficas. Creía que podía traducirlas, pues había aprendido élfico en los viajes. Tradujo la inscripción que decía: “¡Hola, amigo de la torre!. ¿Qué buscas aquí? ¿Quizás sea poder? ¿Quizás sean conocimientos? Si lo primero sabes pronunciar, mis puertas para ti se abrirán.” Bilbo creyó que tenía que pronunciar “Hola, amigo de la torre”, aunque no estaba seguro. Había oído algo similar a eso alguna vez, así que probó a decir “amigo” en élfico, pero de nada sirvió. Dijo palabras sin sentido. Sabía que una manera de decir “hola” era “aiya”, pero le faltaba saber “amigo de la torre”. Al final dijo: –Aiya… ¿Minardil? –Las runas brillaron y Bilbo supuso que había dicho lo correcto, no sabía cómo, pero lo había hecho. Entonces, toda la habitación se iluminó y el Hobbit se encontró en una sala pequeña y redonda con los dos Cristales Mágicos frente a él. Emanaban mucha luz y por eso la habitación parecía blanca totalmente. Los dos Cristales estaban sobre unos pilares. Bilbo fue a coger uno, pero estaban protegidos con magia. Había conseguido averiguar la inscripción y entrar en el cuarto de los Cristales, mas ahora no los podría coger. –¡Agh! ¡Todo esto ha sido inútil!
–No ha sido inútil… –Resonó de nuevo aquella voz en la cabeza de Bilbo. –¡Otra vez tú! ¡Sal de mi mente!
–Vaya, pensé que querías que te acompañase.
–Acompañar… ¿Thorin? ¡Ya podrías avisarme antes de aparecer de repente en mi cabeza!
En ese instante, Bilbo se detuvo al oír que muchos pasos se acercaban a donde él se encontraba. Asustado, buscó algún sitio donde esconderse, pero allí tan solo estaban los pilares y los Cristales, además de que la sala estaba toda iluminada. –¡¿Qué hago ahora?! ¡Seguro que son Orcos que entraron a la torre o Galadriel! –Exclamó el Hobbit.
–¡Coge los Cristales y vete!
–¿Cómo se supone que los voy a coger si están protegidos? Quizás haya algún acertijo más que deba resolver.
–Tengo entendido que debes elogiar a los Cristales para poder romper su magia, inténtalo.
–De acuerdo, probaré en el lenguaje normal: gloriosos, bellos, eh, ¿los más brillantes?
–Prueba a decirlo en élfico.
–Vale, espera un momento… ¡Ya lo tengo!: alcarinqua, ancalima, eh, ¿vanima? –Otra vez, la suerte estuvo del lado de Bilbo, los pilares se derrumbaron y los Cristales cayeron. –Si hubiera sabido que la fuente de poder eran los pilares los había derrumbado yo mismo. –Bromeó el Hobbit, que cogió los Cristales y metió cada uno en un bolsillo. Salió de las salas hacia los pasillos de la torre. Volvió a la habitación en la que tenía la mochila, la cogió y metió los Cristales dentro. Salió afuera, con Gandalf y los Enanos que habían terminado con todos los Orcos. –¡Bilbo! ¡Estás vivo! –Exclamaron todos a la vez y corrieron para abrazar al Hobbit. –¡Pensamos que no volveríamos a verte! –Le dijo Bofur.
–Tranquilos, estoy bien, y todo gracias a Galadriel. –Dijo Bilbo, sorprendido por ese recibimiento. Entonces, Galadriel salió al lugar donde se encontraban todos y se dirigió al Hobbit. –Bilbo Bolsón, creo que me tiene que contar algo, ¿verdad?
–Acompáñeme, Mithrandir, el asunto que nos ocupa es muy importante, y debe saberlo. –Así, Galadriel y Gandalf salieron de la habitación, siguieron recto y bajaron por un pequeño pasadizo hasta una sala oscura, aunque entraba algo de luz, en la que había una mesa y sillas. Saruman estaba allí sentado. –Y bien, Gandalf, no esperaba encontrarle por aquí, aunque el que haya venido aquí por un simple desvío es una cosa buena, pues tenía que comunicarle algo muy importante. –Dijo Saruman dirigiéndose a Gandalf, que se sentó en una silla, al igual que Galadriel. –¿Qué tienen que mencionarme ustedes dos? –Preguntó Gandalf.
–Sabes de la existencia de los Cristales Mágicos y algunos de sus poderes, ¿no es así? –Dijo Saruman.
–Por supuesto, pero, ¿por qué decís que conozco “algunos” de sus poderes?
–De eso le tenemos que hablar. Esos Cristales, no son lo que parecen, no son para el bien de la Tierra Media, ni mucho menos.
–¿Qué quiere decir?
–Todos aquellos que conocen la existencia de estos Cristales creen que los envió Eru con el fin de destruir a Melkor, ¿verdad?
–Sí, porque esa es su existencia, o al menos es lo que cuentan.
–Bien, pues después de encontrar uno de ellos aquí, sabemos que esas creencias no son más que mentiras.
–¿Mentiras? ¿Decís que los Cristales sólo contribuirán a destruir la Tierra Media? –Mientras Gandalf, Saruman y Galadriel hablaban, Bilbo escuchó a Gandalf decir lo último y se acercó allí. Se colocó enfrente del camino que conducía al pasadizo y escuchó todo en silencio.
–Exacto, y por esa razón hay que destruirlos, por eso, tú, los Enanos y el Hobbit habéis sido elegidos, tenéis que destruir esos Cristales. –Dijo Galadriel.
–¿Yo y los demás? No creo que nosotros podamos hacerlo, ahora somos menos que hace unos años, si al menos pudiéramos contar con la ayuda de Thorin podría volverse todo más fácil.
–No puedes olvidar al Hobbit, pues desempeña un papel muy importante en esta misión, igual que en la misión de recuperar la Montaña Solitaria. –Al escuchar esto, Bilbo se sorprendió, no pensaba que él fuese tan importante en una misión como esa, y entonces escuchó una voz…
–Ya te dije que desempeñarías un papel muy importante, aunque no lo entendieras… –En ese momento, Bilbo gritó sin darse cuenta de que lo podrían oír. –¡¿Quién me habla?! ¡¿Quién eres?! –Saruman lo escuchó y fue a la salida del pasadizo. Bilbo oyó sus pasos y no sabía qué hacer, quizá se llevara una buena reprimenda por estar escuchando a escondidas una conversación privada. Los pasos del mago blanco se acercaban cada vez más y el Hobbit estaba asustado. Entonces, recordó que tenía algo que le podía ayudar a escapar de allí: el Anillo que encontró en los túneles de los Trasgos. Tragó saliva y se lo puso en el dedo índice. Saruman salió y no vio nada, por lo que volvió al pasadizo. Bilbo lanzó un suspiro de alivio. Cuando Saruman volvió a entrar en la sala, Gandalf le preguntó. –¿A dónde fue, Saruman?
–A ningún sitio, solo que me pareció escuchar un ruido fuera y salí para ver qué era ó saber si alguien nos espiaba.
–Comprendo, yo también juraría haber escuchado algo, pero no le hagamos caso. Entonces, ¿dicen que los Cristales son peligrosos para la Tierra Media? ¿Por qué razón?
–Verás, Mithrandir, –Prosiguió Galadriel¬– hemos descubierto que los Cristales llegaron aquí hace unos años… Cuando emprendisteis el viaje a la Montaña Solitaria.
–¿Insinúa que aquel viaje pudo tener algo que ver con la creación de los Cristales?
–Aunque sea en una pequeña parte, creemos que sí. Recuerda que el enemigo todavía sigue entre nosotros, puede ser que sean obra suya para recuperar aquello que le perteneció…
–… el Anillo Único… –Susurró Gandalf en un tono que parecía tener algo de preocupación.
–Así es, pues mientras Sauron siga con vida, buscará el Anillo para tomar la Tierra Media, podría llegar a… destruirla…
–¿Podrían explicarme más detalladamente el origen de los Cristales y su magia?
–Si así lo quiere, se lo diremos. Saruman, comience.
–De acuerdo, mi señora. Bien, como le acabamos de comentar, los Cristales Mágicos aparecieron cuando usted y la compañía de Thorin Escudo de Roble partió hacia la Montaña Solitaria. Al parecer, ocurrió cuando una misteriosa fuerza se expandió de Mordor por toda la Tierra Media y alrededores. Esa fuerza llegó al centro de la Tierra, creando así ondas que creemos que pueden ser de magia negra o de la misma oscuridad. Luego, llegó a todos y cada uno de los lugares de la Tierra Media en forma de Cristales que se escondieron en lugares secretos a los que no todos pueden llegar. Te preguntarás, ¿por qué en ese mismo instante? Puede que Sauron detectase algo en vosotros que podría llevar el peligro a su tierra. –Bilbo seguía escondido, todavía con el Anillo en el dedo y escuchando. Al escuchar lo último que dijo Saruman, decidió quitarse el Anillo, pues no sabía que pudiera ser tan peligroso. –“Así que el Anillo puede traer problemas, ya lo sabía. Sabía que soy un inútil y que le traigo el peligro a todos”–Pensó Bilbo.
–En realidad no es así, y tú lo sabes. –Volvió a susurrar la misma voz en su cabeza.
–¡Agh! ¡Quieres dejarme ya en paz! –Bilbo gritó de nuevo, y esta vez salió Gandalf, pues reconoció su voz. Antes de que el mago gris llegara, el Hobbit comenzó a marearse de nuevo, y pensó que sería mejor hacer como que caminaba para que pareciese que no espiaba. Fue andando dando tumbos y Gandalf lo vio y salió corriendo hacia él. –¡Bilbo! ¿Por qué andas así? ¿Te pasó algo? –Preguntó Gandalf algo preocupado.
–No, por supuesto que no, solo que estoy algo mareado. –Intentó decir Bilbo, pues la voz le temblaba.
–Por esa voz diría que no te encuentras bien.
–No me pasa nada de ver… –Antes de acabar, Bilbo acabó cayendo al suelo. Parecía que se había desmayado, pero tenía los ojos abiertos y parecía que su corazón dejó de latir y no respiraba.
–¡Bilbo, Bilbo! ¡Vamos despierta! ¡Responde! No me dejes Bilbo, ¡tienes que despertar! –Gritó Gandalf asustado mientras se arrodillaba y meneaba a Bilbo con la esperanza de que despertara. –¡Señor Gandalf! –Exclamó la voz de un Enano. –¡Señor Gandalf! ¡¿Qué le ocurre al Hobbit?! –Volvió a exclamar el Enano, que era Dori, mientras jadeaba, pues había salido corriendo al escuchar la voz del mago. Le seguían los demás Enanos. –¡¿Qué le ha ocurrido a Bilbo?! –Exclamó Oin.
–¡No lo sé! Pero puede que haya… –Antes de terminar la frase, Gandalf se percató de una cosa: la espada de Bilbo brillaba azul, y cuando esa espada brilla de color azul… –¡Ya vienen! ¡Se dirigen hacia aquí! –Gritó Gandalf, aún más asustado que antes.
–¿Se puede saber qué ocurre, Gandalf? –Preguntó Saruman mientras salía del pasadizo.
–Los Orcos de Läfnir se acercan… Y parece que hemos perdido al Hobbit… –Susurró Gandalf, e incluso se le escapó una lágrima al ver al Hobbit así, con los ojos abiertos y sin parecer tener rastro de vida alguno. Todos los Enanos se agacharon para observar a Bilbo, ellos también lloraron. Entonces, Galadriel salió de la sala y dijo. –¡Todavía sigue vivo! Aún hay esperanza, vosotros tenéis que ir a por los Orcos, Bilbo se quedará aquí. –Y los Enanos y Gandalf salieron de la torre y vieron lo que esperaban, unos 50 orcos aproximados se acercaban hacia ellos. –No podremos contra ellos… –Dijo Dwalin.
–Es inútil intentarlo… –Suspiró Bofur.
–Somos menos que ellos… –Dijo Ori.
–Rindámonos, Gandalf, no podremos derrotarlos… –Dijo Nori. Los Enanos estaban tristes por la probable pérdida de Bilbo y no tenían ánimos para luchar. –¡No digáis eso, Enanos! ¡Bilbo todavía sigue y seguirá con vida! ¡Acabaremos con los Orcos! ¡Por Bilbo! –Gritó Gandalf para animar a los Enanos.
–¡Gandalf tiene razón! –Gritó Balin.
–¡Es cierto, acabaremos con ellos! –Dijo Gloin.
–¡Vamos Enanos! ¡Demostrémosles a estos Orcos de lo que somos capaces! ¡Cargad contra ellos!–Dijo Gandalf. Todos dieron un grito de guerra y corrieron hacia los Orcos con las armas al frente.
Galadriel volvió a llevar a Bilbo a una cama. Bilbo tenía el mismo aspecto que cuando se desmayó. La Elfa detectó algo un momento, al intentar ver la herida del brazo de nuevo. Al poder verla, al fin vio el cristal que había salido. El Hobbit empezó a soñar de nuevo en cuanto Galadriel le sacó el cristal de la herida y volvió a la vida, aunque seguía demasiado débil todavía.
“En el sueño…
Bilbo se encontró enfrente de una gran montaña y escuchaba a alguien cantar:
Surcaré, Montañas Nubladas son
Cavernas hay allá donde voy
Hay que partir, al Sol salir
Bilbo se unió a la canción:
Y un viejo oro descubrir
Crujían pinos en la altitud
Vientos bramían de noche al sur
Un fuego vi cerca de allí
Y ardían bosques con gran luz…
Entonces, el Hobbit empezó a cantar otra canción que había cantado antes, pero con algún cambio:
Los caminos siguen y siguen
Entre montañas y bosques oscuros
Y yo los he de seguir
Para una nueva misión cumplir
Ojos que han visto dragones y guerra y una ciudad desolada
Retoman camino para salvar de nuevo a la Tierra Media
Luego, apareció en una sala en la que había un trono en el que estaba sentado Thorin. –Bienvenido, Bilbo Bolsón, al salón del trono del Rey Bajo la Montaña. –Dijo el Enano para recibir a Bilbo.
–Esto significa, ¿qué he muerto?
–¡No! Has estado al borde de la muerte, pero sigues con vida. Además, esa canción que entonaste me hace pensar que seguirás tu camino para salvar la Tierra Media.
–No tengo elección, así que he de aceptar el destino y seguir el camino. Ahora ya sé que hay que destruir esos malditos Cristales, pero no sé cómo hacerlo…
–Hay una manera.
–¿Y cuál es, Thorin?
–Has de reunir todos los Cristales y decir unas palabras en élfico. Necesitarás magia para poder romperlos, aparte de un corazón puro, es decir, no tener ningún deseo de poder ni destrucción.
–Pero, ¿cómo consigo la magia?
–La vara de Gandalf o cualquier vara de los 5 magos te servirá, pero no le tienes que decir nada de esto a nadie, y no pienses en esto mientras estés con Galadriel, puede leer el pensamiento.
–Sé que no podré evitar decir esto a alguien, pronto Gandalf lo sabrá.
–Entonces deberás de emprender el camino tú solo. Esta misma noche partirás, pero antes has de recoger los Cristales, el que robaste a Läfnir y el que encontró Saruman.
–¿Acaso sabes dónde se encuentran?
–¿Te acuerdas del pasadizo en el que hablaron Gandalf, Galadriel y Saruman sobre los Cristales? Bien, pues hay otra entrada más oculta aún que lleva a donde se esconden los Cristales, deberás andar con mucho sigilo.
–No creo que pueda hacer todo esto yo solo, además, la herida empeora.
–Claro que podrás. Ese simple mordisco de una horrible criatura no te puede parar. Estoy y estaré a tu lado.
–Creo que tienes razón, cumpliré esta misión, lo haré, salga vivo o muerto lo conseguiré. Muchos peligros aguardan en el largo camino, pero lo lograré. Nada me podrá parar. Salvaré la Tierra Media aunque sea solamente esta vez, cueste lo que cueste.
–Bien, Bilbo, veo que entendiste tu papel en la Tierra Media. Ahora he de marchar, y no olvides que estaré a tu lado. ¡Hasta pronto!
–¡Hasta pronto, Thorin! –Cuando Thorin se marchó, Bilbo empezó a cantar otra canción:
He de continuar esta aventura
Yo solo sin nadie saldré a luchar
He de conseguirlo cueste lo que cueste
Thorin está a mi lado y no me abandonará
Jamás pensé que este fuera mi destino
Arriesgaré mi vida por la Tierra Media
A Läfnir yo no le temo
A la muerte tampoco la he de temer
Saldré victorioso, estoy seguro
A dragones, Elfos, Trasgos y Orcos me enfrentaré sin miedo
La Comarca salvaré
¡Bilbo Bolsón ha llegado para cumplir la misión!
¡Nada me podrá derrotar y menos aún me parará!
No debo de echar la vista atrás
¡Adiós tierra querida, adiós!
¡Volveré aquí algún día, con vida o sin ella!
Y ahora debo marchar hacia los peligros de esta era un tanto oscura…”
Al despertar, Bilbo se encontró frente a Galadriel de nuevo. Ésta le preguntó en su mente. –“Y bien, Hobbit, ¿qué soñaste?”
–“Con el tiempo oscuro que se avecina”
–“A mí no me parece que sea cierto, di la verdad”
–“Digo la verdad, yo jamás mentiría”
–“Pequeño Hobbit, será mejor que digas la verdad o puede que lo pases mal”
–“Lo digo en serio. Un Hobbit nunca miente.” –Galadriel podía adivinar que Bilbo mentía y esperó un rato a ver si pensaba en algo, pero lo único en lo que pensaba era en la canción que cantó anteriormente. Entonces, el Hobbit saltó de la cama sigilosamente mientras la Elfa estaba distraída y salió corriendo por toda la torre. Galadriel le persiguió y Bilbo encontró el pasadizo por el que escuchó la conversación de los Cristales. Se metió dentro y temió que la Elfa supiera donde estaba, por lo que pensó en otro lugar para así confundirla. –“Creo que logré despistarla, saldré afuera y espero que no me encuentre.” –Galadriel cayó en la trampa y salió por la parte de atrás de la torre. Aprovechando su ventaja, Bilbo comenzó a buscar la entrada que le mencionó Thorin. No veía nada extrañó. Tocó las paredes, miró en una estantería, pero nada. Tampoco parecía que hubiese algo en las sillas o en la mesa. Después de esa búsqueda, encontró algo que le llamó la atención: había un rayo de luz en la habitación, y esta no tenía ventanas ni ninguna grieta por la que pasase la luz. Ahora se fijó en una cosa, antes había visto algo brillar, aunque no le dio mucha importancia. Volvió al lugar donde lo había visto y descubrió una especie de runas élficas. Creía que podía traducirlas, pues había aprendido élfico en los viajes. Tradujo la inscripción que decía: “¡Hola, amigo de la torre!. ¿Qué buscas aquí? ¿Quizás sea poder? ¿Quizás sean conocimientos? Si lo primero sabes pronunciar, mis puertas para ti se abrirán.” Bilbo creyó que tenía que pronunciar “Hola, amigo de la torre”, aunque no estaba seguro. Había oído algo similar a eso alguna vez, así que probó a decir “amigo” en élfico, pero de nada sirvió. Dijo palabras sin sentido. Sabía que una manera de decir “hola” era “aiya”, pero le faltaba saber “amigo de la torre”. Al final dijo: –Aiya… ¿Minardil? –Las runas brillaron y Bilbo supuso que había dicho lo correcto, no sabía cómo, pero lo había hecho. Entonces, toda la habitación se iluminó y el Hobbit se encontró en una sala pequeña y redonda con los dos Cristales Mágicos frente a él. Emanaban mucha luz y por eso la habitación parecía blanca totalmente. Los dos Cristales estaban sobre unos pilares. Bilbo fue a coger uno, pero estaban protegidos con magia. Había conseguido averiguar la inscripción y entrar en el cuarto de los Cristales, mas ahora no los podría coger. –¡Agh! ¡Todo esto ha sido inútil!
–No ha sido inútil… –Resonó de nuevo aquella voz en la cabeza de Bilbo. –¡Otra vez tú! ¡Sal de mi mente!
–Vaya, pensé que querías que te acompañase.
–Acompañar… ¿Thorin? ¡Ya podrías avisarme antes de aparecer de repente en mi cabeza!
En ese instante, Bilbo se detuvo al oír que muchos pasos se acercaban a donde él se encontraba. Asustado, buscó algún sitio donde esconderse, pero allí tan solo estaban los pilares y los Cristales, además de que la sala estaba toda iluminada. –¡¿Qué hago ahora?! ¡Seguro que son Orcos que entraron a la torre o Galadriel! –Exclamó el Hobbit.
–¡Coge los Cristales y vete!
–¿Cómo se supone que los voy a coger si están protegidos? Quizás haya algún acertijo más que deba resolver.
–Tengo entendido que debes elogiar a los Cristales para poder romper su magia, inténtalo.
–De acuerdo, probaré en el lenguaje normal: gloriosos, bellos, eh, ¿los más brillantes?
–Prueba a decirlo en élfico.
–Vale, espera un momento… ¡Ya lo tengo!: alcarinqua, ancalima, eh, ¿vanima? –Otra vez, la suerte estuvo del lado de Bilbo, los pilares se derrumbaron y los Cristales cayeron. –Si hubiera sabido que la fuente de poder eran los pilares los había derrumbado yo mismo. –Bromeó el Hobbit, que cogió los Cristales y metió cada uno en un bolsillo. Salió de las salas hacia los pasillos de la torre. Volvió a la habitación en la que tenía la mochila, la cogió y metió los Cristales dentro. Salió afuera, con Gandalf y los Enanos que habían terminado con todos los Orcos. –¡Bilbo! ¡Estás vivo! –Exclamaron todos a la vez y corrieron para abrazar al Hobbit. –¡Pensamos que no volveríamos a verte! –Le dijo Bofur.
–Tranquilos, estoy bien, y todo gracias a Galadriel. –Dijo Bilbo, sorprendido por ese recibimiento. Entonces, Galadriel salió al lugar donde se encontraban todos y se dirigió al Hobbit. –Bilbo Bolsón, creo que me tiene que contar algo, ¿verdad?
Aún no tengo del todo claro si dejaré los 5 capítulos intactos, que de momento ocuparían como 14 páginas o más xD Espero que vayan disfrutando de la historia, aunque contiene algunos SPOILERS para los que no hayan leído el libro.